La Burlona y El Trilero tenían que ir, cómo no, de la mano. Y así ocurre en este local de Lavapiés que comenzó siendo un apetecible restaurante (La Burlona) y ahora estrena flamante su planta inferior, unas carboneras que se convierten en un clandestino en el que se sirven cócteles con acento muy gastronómico (Trilero). Así, a una carta de comidas que juega a reinventar lo de siempre a un precio más que aceptable se une ahora este segundo concepto que hace lo propio con los cócteles. Porque, efectivamente, el canalleo y el buen rollo son marca de la casa en este local ambivalente, que en su día fue un café teatro de la calle Santa Isabel.
Empezamos por sentarnos a la mesa en La Burlona y después ya conoceremos al Trilero, aunque tal y como señala Raúl Saldaña, artífice de este proyecto, ambos conceptos funcionan de forma independiente y no hay por qué cenar en la planta alta para descender después a la ‘clandestinidad’.
Para vivir la full experience, nosotros sí paramos en La Burlona. Además de por los apetecibles platos que desfilan por su cocina vista, este restaurante invita a quedarse porque le sobra encanto: mucha luz, estilizadas columnas que le dan un rollo elegantón pero desenfadado al local y unas cuantas mesas altas y bajas que piden una cita, un menú del día o un animado aperitivo de domingo. Justamente para el aperitivo son dos de sus entrantes más demandados: las Ostras con Bloody Mary y su Sardina marinada con néctar de olivas, picatostes y cebollitas encurtidas, una especie de gilda deconstruida que es una maravilla. Entre los principales, sus Gambas al ajillo con huevo frito o su Arroz cremoso de trompeta de los muertos pueden ser grandes alternativas que no pierden los sabores de siempre pero nos los muestran como nunca, un mérito de Jorge Reina, chef encargado de la carta. El maridaje de todos estos platos se puede hacer con algunas de las más de 30 referencias de vinos de las que disponen.
Y con este buen sabor de boca nos vamos al Trilero y alucinamos con el espacio. Unas antiguas carboneras que, después de las obras, han sabido mantener intacta su esencia, dándole ese toque clandestino que tanto gusta en Madrid. Tal y como nos cuenta Saldaña, la idea aquí es divertirse y probar una cuidada carta de cócteles con mucho peso gastronómico. Y es que todos ellos han sido ideados para maridar los platos que se sirven en la parte superior. Esta idea se ve perfectamente en uno de los más potentes, el Cherry Mary, una reinvención del Bloody Mary que flipará a los amantes de este cóctel. Lleva mezcal, amontillado, salsa de ostras, salsa de chile chipotle, zumo de limón y zumo de tomate. Este sería el más especiado de la propuesta. En las notas más dulces hay que destacar el Catarsis líquida con ginebra cítrica, licor de mora, sirope de hibisco, sichimitogarashi, zumo de lima y clara de huevo. Para los que busquen emociones más livianas, Doblan por ti, hecho a base de whisky pero con un sabor muy suave. Lleva también martini, sirope de jalapeño, jengibre, miel, hierbabuena y soda. Al frente de la barra habrá también acento canalla, ya que periódicamente se pasarán por aquí profesionales de otros locales como los vecinos de La Tuerta.
En este espacio de color rojizo y luz tenue hay un aforo máximo de unas 30 personas, lo que lo convierte en un lugar relativamente exclusivo. Por ello, Saldaña quiere ofrecer experiencias únicas a sus clientes y ha pensado en una especie de Poetry Club que tendrá lugar los miércoles. Será un micro abierto con cantantes y poetas que reciten sus piezas. Los jueves llegará la ‘Trilero Comedy’ que pretende recuperar la esencia de teatro de este espacio y en el que habrá lugar para microteatros y monólogos. La idea es organizar también conciertos íntimos y los fines de semana, traer a este clandestino a djs que pinchen música soul muy especial, en palabras del propietario.
Y ya sabes que las burlonas y los trileros tienen la fama de enganchar a quien los escucha. No descartes que esta ocasión te ocurra lo mismo.