Unas jornadas de formación en Venezuela para conocer el proceso de cultivo y desarrollo del cacao, le han servido a Karem Molina para aparcar su trabajo en su propia empresa de exportaciones alimenticias y montar un obrador de chocolate seleccionado en Madrid. Y la pasión y el convencimiento con el que lo ha hecho ha sido tal, que hasta su marido Ardiel Galván se ha involucrado en la apertura de Flor D’KKO, un obrador chocolatero situado en el exquisito barrio de Salamanca. Tiene aspecto de boutique –no es para menos, teniendo el cuenta el barrio en el que está–, aunque en realidad se trata de un pequeño laboratorio artesano consagrado al alimento de los dioses.
Eso es lo que significa en griego ‘Theobroma’, nombre científico para designar al árbol de cacao o cacaotero, y en Flor D’KKO se le venera desde bien temprano. La jornada para esta pareja -venezolana ella, suizo él- comienza a las siete de la mañana con el atemperamiento del cacao; aunque, en realidad, el proceso arranca 12 horas antes, cuando dejan las onzas de chocolate derritiéndose durante toda la noche para poder trabajarlas al día siguiente, una vez que se ha fundido por completo. Después llega el momento de verterlo con cuidado y delicadeza sobre los moldes que le darán la forma de tabletas o maxitabletas que lucen como joyas en sus expositores.
Ellos lo hacen todo. Y saben bien cómo hacerlo, porque aunque tienen poco que ver con el mundo del cacao, a lo largo de los últimos meses se han ido formando en el savoir faire de los que más saben de chocolate: por un lado, los pequeños agricultores de cacao venezolanos –de quienes Karen se ha traído la espiritualidad y el mimo con el que se cuida cada semilla– y, por el otro, de los chocolateros suizos, con quienes han aprendido secretos, técnicas y procesos de elaboración. Es por eso que presumen de un trabajo bien hecho, tanto que se atreven incluso a hacerlo a la vista del cliente, pues su obrador artesanal preside, tras los cristales, la entrada de este pequeño local.
En él elaboran desde su exótico chocolate caliente con canela y otras especias –que no desvelan para mantener el misterio de su sabor– hasta las exitosas naranjas confitadas con chocolate –en rodajas o tiras–, las trufas, las rocas de chocolate con frutos secos o las porciones de chocolate al peso –por cierto, no hay mínimo, cada uno se lleva lo que quiere–. Sobra decir que, como buenos chocolateros, solo utilizan el mejor chocolate seleccionado, sin gluten y sin azúcares añadidos: Grand Cru Venezuela 72% (el más afrutado), Grand Cru Madagascar 64% (de notas más refrescantes) y Grand Cru Perú Bio 70% (cacao orgánico de notas cítricas y agridulces). Son la base de todas las delicias que elaboran diariamente, disponibles para llevar en formato take away, para regalar o para tomar con un café de origen en la pequeña barra con banquetas altas situada frente al mostrador. Porque, aunque el espacio es pequeño, han sabido sacarle el máximo partido, con una decoración sencilla en tonos blancos y madera diseñada por ellos mismos.
Quien no quiera quedarse con las ganas de probar alguna de sus delicias, lo mejor es reservarlas antes de ir, porque su producción de chocolate es limitada y sería un pecado divino no salir con un buen sabor de boca de esta boutique.
Taza de chocolate caliente 2,50€. Tabletas desde 3,95€. Chocolate al peso 4,20€/100gr.
De martes a viernes de 10 a 14:30h y de 16:30 a 20h. Sábado y domingo de 10:30 a 16h.
Diego de León / Lista
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* Fotos Alfonso Ondarroa