Sigue la pista… Marzo ’16

Con más de 100 años a sus espaldas, el mítico Café Barbieri de Lavapiés, se reinventa y, tras reformar uno de sus salones (al que también es posible acceder directamente desde la calle Ave María), opera ahora como restaurante gastronómico, con menú del día en laborables y platos de corte mediterráneo y actual por las noches. Pero no sólo eso, el café de siempre es ahora también escenario de numerosas actividades culturales y actuaciones en vivo (swing, jazz, flamenco) todos los días de la semana. Por ello, se ha instalado un piano al final de la sala por el que suelen dejarse caer diferentes músicos –profesionales y aficionados– para deleitar al público presente en cada momento.

Y aunque no hay un programa establecido para los conciertos de piano, sí que lo hay para el concierto que acompaña al vermú los fines de semana. Una original y relajada forma de disfrutar del vermú de siempre (Zarro, hecho en Madrid), acompañado de su aperitivo de balde (que las buenas costumbres se mantienen en el Café Barbieri del siglo XXI). Sábados y domingos, de 13 a 15h.

Ya sea por sus precios o por la elevada lista de espera para conseguir reservar en el restaurante (3 o 4 meses de media, según las últimas publicaciones especializadas), muchos habíamos descartado Punto MX de entre la lista de restaurantes recurrentes. Una (pequeña) frustración que –al menos nosotros– hemos conseguido superar con Mezcal Lab, el bar-coctelería que ocupa la primera planta del célebre restaurante (primer mexicano ubicado en Europa en conseguir una estrella Michelin), de carácter más informal y precios comedidos.

La carta, ideada también por el chef Roberto Ruiz, contiene algunos bocados sobresalientes que, si te gusta la cocina mexicana, van a quedar grabados en tu memoria por siempre. Toma nota: palomitas de langostinos con salsa tamarindo, aguachile verde de vieiras, panuchos de cochinita pibil con cebolla morada o tuétano a la brasa con salsa molcajateada (en la foto). Y ya que estamos en una de las mejores embajadas de la cocina mexicana en el mundo, mejor acompañar la comida con uno de sus mezcales artesanales –cuentan con más de 30 variedades– o alguno de sus combinados ideados con este destilado, que tiene el agave como base. ¡Una experiencia excepcional! Precio medio: 25€.

Otra cocina con estrella a la que podemos acceder sin tener que rascarnos demasiado el bolsillo, es la que ofrece el chef Paco Morales en Altrapo, en el hotel de Las Letras, en pleno centro de Madrid. Y más aún si elegimos el formato picoteo en barra, donde es posible degustar algunas de las propuestas más divertidas y asequibles de la carta. Es el caso del Cornete de brandada de bacalao con mahonesa de ajo y perejil, un bocado exquisito, sorprendente y que resume muy bien la cocina de Morales y su concepto de ‘alta cocina informal’. De podium. Precio: 3,50€ la unidad.

Desde que se instalara en la zona alta de El Retiro a finales de 2015, La Raquetista no para de recibir halagos. Y no es para menos. La neotaberna de los hermanos Aparicio sube el ya de por sí estimable nivel culinario de la zona con un infalible listado de platos de inspiración tradicional, pero con presentación actualizada y ciertos toques de fusión internacional. La carta es breve (diez entrantes, diez principales y algún plato del día) pero incuestionable. Prueba de ello es el guiso de garbanzos, butifarra negra y setas (chantarelas y trompetas de la muerte), plato con el que Javier Aparicio -responsable de lo que allí se come- rinde homenaje a la culinaria catalana, culminándolo con una pieza de foie a la plancha. Un excelente plato de cuchara que, por sí solo, justifica la visita.

Más que un pastel vinculado a la Semana Santa, la torrija es el postre estrella en algunos de los restaurantes que enarbolan la bandera de cocina tradicional española. Es el caso de Taberna Arzábal y, más recientemente, también de Arzábal, el espacio gastronómico inaugurado por Iván Morales y Álvaro Castellanos en el Reina Sofía, dos locales donde la torrija caramelizada –pese a figurar como última opción– es la reina indiscutible en el capítulo de los postres. Y es que aquí, la receta tradicional se mejora al emplear para su elaboración pan de brioche, cocinado al horno a baja temperatura, y caramelizando la torrija antes de servirla. A la mesa llega con helado de vainilla, para provocar aún más sensaciones en boca con el contraste frío-calor. Un postre sublime, no cabe duda.

Otro dulce que debería pasar a la gloria de la repostería madrileña es el plato casero de buñuelos de manzana con helado de turrón de La Rayúa, la neotaberna de la familia Verdasco (restaurante La Bola) en la calle Luna. Después de tomar su cocido hecho como manda la tradición, cocinado a fuego lento, sobre brasas de carbón y en puchero, cualquiera en su sano juicio diría que no a un postre, por delicioso que sea, ¿verdad? Adelantamos que sería un error si lo que viene después son estas dos generosas porciones de manzana asada, con su característico toque dulzón, rebozadas en un buñuelo esponjoso y acompañadas de una bola de helado de turrón, que aporta un toque refrescante en el paladar. El sabor de boca que deja es tan sabroso y agradable que, sí o sí, merece la pena dejar algo de sitio para el postre y no rechazar una delicia como esta. Así lo hicimos nosotros, que nos atrevimos a pedir uno por persona y todavía lo estamos celebrando; es más, podemos confirmar que compartirlo hubiera sido un error.

Rhino Wild Bar (antes Pepa Tencha) fue uno de los primeros locales en traer a Madrid esa costumbre del norte de Italia de tomar un generoso aperitivo por la tarde para acompañar unas copas de prosecco o un Spritz al terminar la jornada de trabajo. Y, como acostumbran allí, el bar prepara diferentes platillos típicos del país que, a modo de pequeño buffet, los clientes se sirven libremente, sin límite ni en las cantidades ni en el número de repeticiones. Así que, más que un picoteo, el ‘aperitivo’ termina convirtiéndose en una animada merienda-cena en la que se reúnen, por partes iguales, madrileños aficionados a las buenas costumbres del país de la bota, como de italianos que añoran los sabores de su tierra.

Se celebra los miércoles, entre las 20 y las 22:30h, tiempo en el que desfilan por el mostrador situado frente a la barra diferentes fuentes y boles de hummus, rissotto, salmorejo, cuscús, cremas de verduras y verduras al horno. Sólo se requiere consumición mínima (6€), lo equivalente al importe de los cócteles más recomendado para acompañarlos: un Spritz o un Negroni sbagliato.