Hace ya un tiempo que Juan Raro conquistó con sus rarezas el paladar de los vecinos de Lavapiés (y mucho más allá). Por eso, cuando sus creadores pensaron en cómo sería la pareja ideal de este primer local, lo tuvieron claro: no podía ser una novia al uso. Así nace La Nobia, con ‘b’ y una imagen fuera de todo lo políticamente correcto y dentro de ese universo rebelde creado por este vibrante espacio en Miguel Servet. Y como en toda buena pareja, la cocina de estos dos locales también se complementa. La Nobia tiene un concepto más gastronómico y elaborado. Aquí se trabaja la cocina tradicional con una buena maña poco habitual, como todo aquí.
Antes de hablar de la parte más foodie, en La Nobia es imposible no quedarse prendado del rollazo de su estética. Sobre muros pelados se asientan las pinturas del artista urbano Ze Carrión que nos presenta a esa novia que lleva ‘b’ y que sorprende, como se puede apreciar en el gran mural del fondo del salón. Una filosofía ciertamente gamberra que está presente en prácticamente todos los elementos de la decoración y que, aunque provoca impacto, apela al comensal afín, al que le apetece (y mucho) comer sentado en unas de sus coloridas sillas, tapizadas con encanto por Sra. Wood.
Ya sentados a la mesa, nos llama la atención una carta que choca -pero solo en parte- con esa trasgresión que reina en todo el establecimiento de la calle Salitre. En la cocina se ha buscado llegar a las raíces de la culinaria madrileña con platos como los Callos a la madrileña, las Patatas a la importancia con gambas o el Mollete de calamares con alioli de lima, la versión ‘con b’ del bocata de calamares. A estos emblemas de la gastronomía local se une, como no podía ser de otra forma, el Cocido madrileño que se prepara aquí todos los viernes a mediodía.
Al margen de esta parte de la carta que vuelve a la tradición, La Nobia también busca dialogar con el barrio que la ha visto nacer: Lavapiés. El crisol de culturas, sabores y olores también se sienten, saborean y huelen en las comandas. Ejemplo de ello es su Tataki de ternera con ensalada de arroz wakame y mahonesa de jalapeño, con láminas de carne finitas y sabrosas, una delicada presentación y una mezcla explosiva de medio mundo sobre un plato rectangular. Del lado más mediterráneo hablan sus Bocados de bacalao con calabacín y cebolla roja sobre salteado de pimientos asados y espinacas. La preparación del bacalao del relleno nos recuerda a la clásica brandada que aquí va envuelta en láminas de calabacín bien crujientes. Una combinación de 10. Además, siguiendo la estela de su novio, en La Nobia también hay una amplia selección de entrantes aptos para veganos.
Postres como el Pastel de 3 leches, la Tarta de queso, la de Chocolate o, la apuesta más sorprendente, su Leche frita al madroño con salsa de limón, conforman el punto dulce que un buen banquete precisa. Para regarlo todo, una cuidada selección de tintos y blancos y, por supuesto, cañas. Y ojo, que aquí no todo es comer, esta Nobia nos propone enlazar gastronomía y aprendizaje en cursos y talleres que comenzarán a organizarse en este imponente local. Y es que con La Nobia tenemos una curiosa sensación. ¿Sabes cuando tu amigo/a te presenta a esa nueva pareja que te encanta para él/ella y que acaba siendo imprescindible también en tu vida? Pues eso.
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