María Heredia y Blanca León hablan con pasión de Lavapiés y de los artistas que hay en su “antigalería”, como les gusta llamar a La panARTeria. Una antigua panadería reconvertida en muestrario de arte urbano a la vuelta de las Escuelas Pías. Los enormes ventanales que dan a la calle Mesón de Paredes ya hacen intuir lo especial y singular de este proyecto. Un espacio de techos altos, ladrillo visto y un gran número de piezas, todas vinculadas al universo del graffiti y el street art.
La historia de las dos comienza en época pandémica, como muchos de los trabajos más estimulantes que se están viendo estos días. Ellas, cuya formación está ligada a la interpretación, se lanzaron a customizar chaquetas y abrigos para amigos. Una labor que tenía también mucho de conocimiento de sus propias amistades, pues los detalles y dibujos que aparecían en los abrigos salían de conversaciones con ellos. Aquello funcionó y les llovieron los encargos, cada vez más personales e inquietos. Luego llegó el Mercado del Diseño y su colección de cazadoras, en las que plasmaron todo su amor por la pintura. Con referencias a figuras como Banksy o Jean-Michel Basquiat, con un pie en lo popular y otro en lo íntimo, crearon finalmente su propia marca, Acotadas.
Tras aquel lanzamiento lo vieron claro. Lo siguiente debía ser tener un lugar propio, a medio camino entre un estudio —la planta de abajo es donde elaboran las prendas— y una tienda muy poco convencional a pie de calle. Su cuidado gusto y una esmerada selección, donde han ido uno a uno localizando a los artistas que colaboran con ellas, hace de La panARTeria una verdadera rara avis en Madrid, capital que poco a poco va sumando iniciativas de este tipo, aunque siempre diferentes. Ahí están Duran, Delimbo o Swinton & Grant, por ejemplo.
Entre lo más destacado que puede verse ahora mismo están los objetos y camisetas de Ferrol Mola, las pinturas y tapices de 1000 House, con esas formas que simulan telas de araña, las ilustraciones de mundos fantásticos de Pablo Hablo, los pixeles a escala de Basket of Nean, o los bloques de mármol que KYM-C firma. Obras de arte que se mueven en franjas que pueden ser asequibles, desde los 5€, hasta precios mucho más elevados, de lienzos y esculturas. Artículos de todo tipo, pero siempre con una personalidad y una especificidad que los hace únicos. De ahí también el término de antigalería, en el que ellas se mueven cómodas.
La gente entra y sale del espacio, pregunta los precios y ellas, generosas, les dan una vuelta y cuentan las diferentes historias y vivencias de todos los artistas, muchos de ellos poco proclives al mundo del arte, pero que gracias a la determinación de María y Blanca han decidido vender su obra. Todas con certificado de autenticidad firmados por los artistas, algunos con contratos.
Son figuras nacionales, adscritas a lo que cada vez más demanda la gente y con las que poder decorar una casa. Colorismo de perfil pop, en la que lo mismo hay una reproducción de unas zapatillas de Michael Jordan, pero en un pesado armatoste de escayola, hasta deliciosos cuadros feministas de Carlota Rivero. La sala es un lugar vivo, un salón de baile y reunión para gentes del Madrid más rupturista, y una apuesta por la creación menos acomodada. Las dos se despiden sonrientes e invitan a los mirones a traspasar la puerta. Una conexión con la calle que las hace, aún, más irresistibles.