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Pocas veces un nombre resulta tan acertado para definir la filosofía y el carácter de un local. Solo hay que leer la declaración de intenciones que encontramos expuesta en una de sus paredes para comprobar que lo de ‘rude’ no puede ser más certero. Cuando conocemos a los responsables de esta hamburguesería, Alexandre, Leo y Rodrigo, tres brasileños procedentes de Sao Paolo, lo comprendemos aún mejor: ellos huyen de todo tipo de formalismo y ceremonia, solo quieren hacer hamburguesas ricas para el deleite de sus clientes. El suyo no es lugar para comer con cuchillo y tenedor (solo los llevan en la mesa en el caso de que los solicitemos) ni para largas sobremesas, aquí debe haber rotación constante pues el «garito callejero» que han montado en General Pardiñas no permite grandes aforos ni tener mesas para grupos. Eso sí, sus hamburguesas son superiores, de las mejores que encontrarás en la ciudad.
Fiel a su estilo rudo, la carta incluye pocas opciones. La estrella es la Smash Burger, una hamburguesa preparada al igual que se hacía en los años 50 en EEUU: la carne (un blend 100% de ternera fresca, «nunca congelada») se pone en la plancha en forma de bola y después se va aplastando con la paleta hasta darle la forma en la que se introduce en un apetitoso y tierno pan de brioche, otra de las claves de sus burgers. El conjunto se remata con queso fino en lonchas y mayonesa blanca, aunque podemos añadir (pagando un suplemento) bacon en lonchas y cebolla caramelizada. Con o sin suplemento, el resultado de esta old style te va a dejar locx.
Entre las burgers convencionales son también muy recomendables la Trash Rude, con queso Monterey Jack, cheddar, bacon, cebolla caramelizada y mayonesa siracha; la Piggy Rude, con pan negro, cheddar, bacon y whisky BBQ; o la The Melt, pensada especialmente para los amantes del cheddar pues lleva una ración más que generosa de este queso cremoso, además de bacon crujiente y mayonesa siracha, brutal también.
Como no podía ser de otra forma, en un local que presume de austeridad, la hamburguesa se sirve sin acompañamiento, en un plato de metal esmaltado, sin más. Si queremos patatas debemos pedirlas aparte. Son cajeras y muy crujientes, y las sirven solas o bien acompañadas de cheddar y bacon, o pulled pork con huevo estrellado. Como pocos -por no decir «nadie»- concibe tomar una hamburguesa sin patatas, esto hace que el ticket final se eleve por encima de la media pero el esfuerzo no va a ser en balde.
En resumen, un lugar modesto y con un estilo muy particular pero que promete grandes satisfacciones para los más hamburgueseros. Saldréis flotando con ganas de volver a probar el resto de sus burgers, ¡seguro!