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Si aún eres de los que cree que la noche madrileña te confunde, entonces debes conocer Latigazo porque aquí no hay nada de confusión y sí mucho de fusión. Ultracéntrico (en el 28 de calle Infantas, corazón de Chueca), Latigazo pone en bandeja a Madrid una cocina que abandera lo japonés y lo peruano a partes iguales.
Cebiches y tiraditos comparten plano con los nigiri y con la robata, la legendaria parrilla japonesa, donde podemos aseguraros que Latigazo no es humo. En absoluto, sino que es un desboque de sabores, sensaciones y, si queremos ir a la experiencia completa, disfrutar de sus noches con un dinner show que poco tiene que envidiar al Circo del Sol.
Todas las noches de miércoles a domingo un cuerpo de baile se encarga de poner el frenesí, coreografía mediante, a las cenas de Latigazo donde tampoco faltan las estrellas. De hecho, el coreógrafo detrás de estos movimientos es el afamado Toni Espinosa, que además de haber trabajado en tele con ‘Upa Next’, también ha estado detrás de los bailes de musicales como ‘Billy Elliot’, ‘Grease’ o ‘Matilda’. No hace falta, por tanto, que insistamos en el elevado nivel de sus actuaciones y performances.
Elegancia y entretenimiento donde la noche quema sus últimos cartuchos con bailarines y, como no podía ser de otra forma, con la participación de DJs hasta más allá de la medianoche para asegurarse de que Madrid no se vaya pronto a dormir. Dinner show, buena música y lo mejor de la cocina japonesa y peruana en un mismo local donde, también, la coctelería de autor cobra fuerza.
No te vayas de aquí sin probar el Ramen Martini (es un cóctel, lo juramos) o el Chotto (a base de bourbon y sake, súperrefrescante). Son perfectos para acompañar opciones más peruanas de su carta como el Murasaki, un tiradito irresistible con quinoa, aguacate y leche de tigre de chirimoya, o la Ostra kuro, Afrodita en estado puro.
Pacífico mediante, Latigazo nos sacude de nuestro asiento no solo las noches (también abre los mediodías de miércoles a domingo) con una propuesta súper japo con algunos rolls y nigiris que conquistarán al debutante y al experimentado.
No pierdas el hilo del nigiri de altura (camarón, chalaquita y huacatay) o el Roll Toropikaru, casi un refresco para el paladar cuando Madrid arde, a base de mango, pescado fresco y pepino japonés, que supone un pasaporte directo a lo mejor de ambos países sin moverte de Chueca.
Como cierre, para los devotos de la pureza, una colección de sashimi que nos pega a la mesa al son de atún, corvina, hamachi o ventresca y que demuestran que cada día en Latigazo es una forma de hacer restallar Madrid.