En el cruce entre Magallanes y Arapiles, a 100 metros del metro de Quevedo, se sitúa esta taberna de 1911 en la que muchos inician su ruta rumbo al vecino Chamberí y Ponzano. Aunque ha recibido diferentes retoques, el buen gusto ha querido que en la actualidad todavía mantenga ese aire de comienzos de siglo, también sus dos entradas, cada una a una calle diferente. Ayuda una maravillosa barra de madera de caoba labrada, una cenefa de vivos colores y un suelo de baldosas decorado en damero. No es difícil encontrarlo a rebosar a casi cualquier hora, las tres mesitas bajas y las dos altas son un bien más que codiciado, por ello lo mejor es acodarse en el mostrador y pedir algunas de sus muy conseguidas elaboraciones: tortilla con salmorejo, bacalao rebozado, croquetas de langostinos, gambón crujiente con panko, revuelto de morcilla con pasas y piñones, rabo de toro desmenuzado…
Un verdadero rincón que hace alarde de un delicioso vermut de grifo y de cañas tiradas con mimo. Además se puede echar un vistazo a su oferta de vinos, que se va renovando mensualmente. Dispone de una planta baja, acondicionada como comedor y donde apareció tras la última reforma una cubierta con forma de bóveda.