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‘La Lorenza’, la taberna viejuna que se convirtió en cool

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Muchos somos los que observamos con cierta pena cómo los bares de siempre cierran sus puertas en los barrios más céntricos de la capital. Bares, como el San Lorenzo, que dio vida durante años a la callecita Doctor Piga de Lavapiés y que ahora cede el testigo La Lorenza, una taberna de toda la vida que juega a homenajear a su predecesor pero le agrega, además, un toque muy personal. La Lorenza es tradicional pero juega a viajar y, además, tiene un acentiño gallego muy apetecible.

Responsables de ello son Xan Otero y Claudia Rodríguez que regentan este local junto a La Falda, otro neotasca del barrio que ya se ha vuelto un imprescindible de Lavapiés gracias a su tortilla melosa de patata muy, muy jugosa. Que, buenas noticias para los que la conocen, también se puede comer aquí. Del restaurante de Miguel Servet se han traído también ese cuidado al producto, aunque aquí adquiere otras formas. Aunque, tal y como comenta Xan, hay recetas que no pueden fallar cuando hablamos de bares de toda la vida. Y ahí entra, por supuesto, su Ensaladilla rusa.

Dentro de esos platos más viajeros, los que saben a producto de aquí (de Galicia Calidade para ser exactos) con formas de allá, encontramos las Gyozas de caldeirada de pulpo con espuma de patata ahumada, una forma muy original de comer un clásico pulpo a la gallega. Y siguiendo con los clásicos que tienen un puntito divertido, ojo a sus Rigatoni con carrillera de cerdo. Llegan a la mesa en una olla cocotte para mantener el calor y al destapar nos encontramos la pasta gratinada. Debajo de ella, carrillera de cerdo cocinada con verduras que, literalmente, se deshace en la boca. Para acompañar estos platos, vinos blancos y tintos que se sirven por copas con especial atención a los caldos del norte de España.

La Lorenza, la taberna viejuna que se convirtió en cool

La decoración de La Lorenza también baila un poco entre lo antiguo y lo nuevo. Homenajea el antiguo local respetando la estética con elementos como, por ejemplo, los característicos azulejos tras la barra o la propia barra de zinc en la que tantos vecinos charlaron y se tomaron unas cañas. El suelo, de terrazo, se mantiene intacto y una antigua balanza -que aún funciona y que apareció durante la reforma- también sigue siendo parte de esa vida de bar de siempre. Aunque, por otro lado, el lavado de cara de La Lorenza es evidente. Se nota en el saloncito donde se sirven las cenas y en el que se exhiben algunas piezas de galerías de arte de la cercana calle Doctor Fourquet. Los cambios se notan también en los grandes ventanales que se abren a la calle y llenan de luz la zona de la barra.

Una zona del local que, por cierto, se peta los fines de semana al mediodía porque entre cerves y vermús se sirve un aperitivo de callos y algunos días entre semana Patatas rizadas, que fueron las que en su día hicieron grande a la taberna San Lorenzo. Un detalle a Nemesio y Lola, antiguos propietarios, hecho con mucho cariño como todo lo que se hace en La Lorenza. Un guiño a la tradición que ha sabido adaptarse más que bien a los nuevos tiempos.

La Lorenza, la taberna viejuna que se convirtió en cool

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