La sencillez y austeridad de su fachada de ladrillo rojo explica que pase desapercibida a los ojos de los viandantes. Y es que muy pocos saben que en la calle San Leonardo, justo detrás de la Plaza de España, se esconde una de las obras maestras del Barroco de todo el mundo: la Iglesia de San Marcos. De hecho, y por muy extraño que parezca, no aparece ni en las guías turísticas de Madrid. Algo totalmente inexplicable cuando nos adentramos en ella y observamos la deslumbrante arquitectura y riqueza ornamental de su interior.
La «Iglesia más bella de la Ilustración española», como la denominó el escritor y filósofo Agapito Maestre Sánchez, es obra del arquitecto madrileño Buenaventura Rodríguez Tizón (1717-1785), quien a pesar de no haber visitado nunca Italia, pudo estudiar las obras de los grandes maestros a través de las estampas que le proporcionaron los arquitectos de la corte y los estudios que realizó junto a sus maestros. Solo eso le bastó para diseñar esta iglesia que sigue fielmente los postulados del barroco italiano, con un interior de gran efectismo y luminosidad. Su planta con cinco elipsis seguidas, la gran cúpula de la elipsis central con escenas de la vida de San Marcos y la belleza de los retablos y esculturas que se reparten por el altar y hornacinas, en las que encontramos obras de artistas de la talla de Juan Pascual de Mena, Felipe Castro o Robert Mitchel, son algunos de los elementos que hacen a esta construcción única en la ciudad.
La primera gran obra de Ventura Rodríguez, construida entre 1749 y 1753, tiene la particularidad de haber sido levantada entre medianeras, de manera que nos es imposible ver ni la parte trasera ni las laterales. Ventura cumplía con ella el encargo del rey Fernando VI que quería una iglesia con la que conmemorar la victoria del Almansa, que tuvo lugar el día de San Marcos (15 de abril de 1707) y rendir homenaje así a su padre Felipe V (el primer Borbón español) para quien esta victoria fue decisiva en la batalla contra los partidarios del archiduque Carlos por hacerse con la corona española. Ya en 1836 logró desvincularse de la Corona y desde entonces ejerce como iglesia parroquial, lo cual no impidió que se le reconociera como Bien de Interés Cultural en 1944, algo de lo que estaría muy orgulloso su creador, que quiso ser enterrado aquí junto a su tercera esposa al considerarla la obra de la que más orgulloso se sentía; lamentablemente, fue trasladado en el siglo XIX a la Capilla de los Arquitectos de la parroquia de San Sebastián (Atocha, 39).