Hoy puede parecer impensable, pero a comienzos del siglo XX un joven empresario, venido de la zona de Toledo, creó una cadena de tabernas donde distribuir su vino. Fueron más de una treintena las que se desperdigaron por toda la capital. Se llamaban La Ardosa, en honor a los pagos vitivinícolas de donde provenía. Sin embargo, el negocio decayó y fueron desapareciendo o transformándose. Hasta nuestros días han sobrevivido cuatro de ellas, situadas en la calle Colón, Abtao, Avecilla y la que nos ocupa, ubicada en Santa Engracia. Fundada en 1892, los fantásticos azulejos de su fachada no engañan, obra del reconocido ceramista Alfonso Romero, es una de las más antiguas del barrio.
Tasca castiza y autentica, que tiene fieles parroquianos que suelen acudir a pedirse un pincho de bonito o una banderilla. Entre sus especialidades encontramos platillos de lo más castizo como zarajos, callos, torreznos, bravas, bacalao y boquerones en vinagre. Una cocina que también se nutre del correspondiente laterío compuesto por anchoas, almejas, mejillones, navajas, zamburiñas y berberechos.