El Monasterio de las Descalzas Reales, uno de los tesoros de la Villa aún por descubrir
En pleno corazón del Madrid más urbanita se esconde un lugar donde el tiempo parece haberse detenido entre sus gruesos muros de piedra. Es muy probable que hayas paseado miles de veces ante esta joya arquitectónica ubicada tras la plaza de Callao de la que muchos de los madrileños desconocen su valor artístico, histórico y patrimonial. El Monasterio de las Descalzas Reales (Plz. de las Descalzas, s/n), es uno de esos lugares que resisten el paso del tiempo y que el vertiginoso ritmo de vida de Madrid nos impide apreciar. Y no hablamos solo de su arquitectura, ojo: el interior de este inmueble perteneciente al Real Patronato acoge más de 10.000 obras de arte de todas las disciplinas (orfebrería, cerámica, esculturas, tapices y pinturas centenarias) procedentes de todas las partes del mundo.
Los que aún no conocéis este enorme tesoro artístico de la Villa este es quizás el momento idóneo para hacerlo pues, tras dos años de restauración, el monasterio ha reabierto sus puertas al público con sus habituales visitas guiadas a fin de redescubrir una selección de 200 obras -algunas de ellas expuestas por primera vez y procedentes de clausura-, 40 piezas y ocho salas de pintura renovadas al completo. El recorrido se hace ahora con discurso expositivo más cercano y completo que pretende acercar la riqueza artística del monasterio, que aún conserva su función de recogimiento espiritual (19 monjas clarisas franciscanas residen en sus estancias) a todo tipo de públicos.
El proceso de restauración ha permitido el acondicionamiento de dos nuevas salas que se suman al recorrido artístico: el Candilón, sala en la que se velaba a las hermanas que fallecían en el monasterio y que ahora acoge una galería de retratos de muchas de ellas, y el Salón de Reyes (espacio que conecta el monasterio con la zona de dependencias reales), donde se exponen algunos de los retratos más importantes de los Habsburgo, entre ellos el la de la fundadora del monasterio, Juana de Austria, realizado por el que fuera pintor de cámara de Felipe II, Sánchez Coello.
DE PALACIO A MONASTERIO
Juana de Austria, hermana de Felipe II, nació en este inmueble que fue construido como palacio renacentista por el contador de su padre (Carlos V), Alonso Gutiérrez. Ya en 1559 la misma Juana adquiere el palacio a los herederos de Gutiérrez para crear una comunidad religiosa, nueva modalidad que explica las diferentes remodelaciones del edificio en los años posteriores para crear, entre otras estancias, la capilla, el coro o los aposentos de Juana de Austria, justo al lado del altar, que vivió aquí tras su regreso a España después de enviudar de Juan Manuel de Portugal. Juana no se convirtió en religiosa pero sí su hija, Margarita, que también residió en el monasterio; de hecho, madre e hija descansan en una capilla de la iglesia adyacente al monasterio.
Con el paso de los años y la llegada de los Borbones a la Corona la relación de las monjas con la la familia real fue diluyéndose con la familia real y todas las dependencias que estaban reservadas para ellos se integraron en el monasterio. Pero no fue hasta 1960 cuando el Vaticano concedió el permiso para que el monasterio pudiera ser visitado por el público, consciente de su enorme valor artístico y arquitectónico que, a día de hoy, muchos desconocen.
UN TOUR FASCINANTE
Entre los tesoros que albergan el Monasterio de las Descalazas Reales y que podemos conocer durante su vista, destacan la escalera principal cuya arquitectura corresponde a principios del s. XVI aunque su deslumbrante decoración pictórica corresponde al XVII. Entre sus suntuosas pinturas murales sobresale el balcón real en trampantojo -desde el que se asoman Felipe IV, Mariana de Austria y sus hijos Margarita y Felipe Próspero-. Más adelante encontramos la Sala de Tapices (donde originariamente se hallaban las celdas de las clarisas), una enorme estancia en forma de T donde se exhiben unos impresionantes paños pertenecientes a la serie «El Triunfo de la Eucaristía» cuyos cartones fueron diseñados por Rubens.
No es la única obra del flamenco que guarda el Monasterio: en la recuperada sala de El Candilón podemos descubrir un retrato realizado por el que fuera pintor favorito de Felipe IV de Sor Ana Dorotea de Austria, hija ilegítima del Emperador Rodolfo II. En el Salón de Reyes conviene detenerse a contemplar el retablo de Santa Clara, una de las piezas que se han restaurado recientemente, así como en los retratos de la familia de Habsburgo, entre los que sobresale el de la Infanta Margarita, obra de Antonio Rizi.
La colección de arte que atesora el monasterio cuenta, asimismo, con dos salas dedicadas a la pintura del siglo XVI y XVII que recogen algunas de las restauraciones más destacadas como el óleo sobre tabla de Santa Cecilia, La Anunciación de Vicente Carducho, la serie de las Sibilas o el Santo Ángel Protector, de Gaspar Becerra.
Podríamos seguir enumerando todas y cada una de las piezas que descubrimos durante nuestra visita, pero preferimos guardarnos parte de ellas y las historias que las explican para que las conozcáis de primera mano el día que os animéis a visitar esta joya museística que, ahora más que nunca, brilla en todo su esplendor.
*Las visitas guiadas al Monasterio se realizan de martes a sábado, de 10 a 14h y de 16 a 18:30 h; domingos y festivos de 10 a 15h. Las entradas anticipadas deben adquirirse en la web de Patrimonio Nacional, aunque los miércoles y jueves por la tarde se entregarán un número determinado de entradas para ese mismo día a las primeras personas que se presenten a la hora de apertura de puertas (16h).
