‘El 5 de Tirso’, el elegante del barrio
A estas alturas no vamos a equivocarnos si decimos que el barrio de Lavapiés tiene propuestas para todo tipo de públicos y necesidades. Pero sí es verdad que echábamos en falta un sitio elegantón, con una puesta en escena más cuidada y acogedora, para esas ocasiones especiales en las que, además de comer en condiciones, queremos deleitarnos también con el entorno en el que lo hacemos. Un vacío que ahora cubre ya El 5 de Tirso, la nueva taberna-restaurante del Grupo La Fábrica, el mismo que gestiona dos locales de éxito a muy pocos metros de la plaza de Tirso de Molina, La Bobia y Matute, con quienes comparte uno de sus platos más emblemáticos: la tarta de huesitos.
Un establecimiento con aires de tasca en la planta a pie de calle pero con un look muy de tendencia (el interiorsimo del espacio corre a cargo del estudio Persevera) y una carta basada en las recetas más castizas, esas que tanto gustan a los vecinos y habituales del barrio. Basta con echarle un vistazo a su listado de platos para comprobar que aquí manda la cocina más popular y, como esta requiere, en formato de raciones para compartir: croquetas fetén (jamón ibérico, chuletón o chipirón), rabas de calamar, ensaladilla rusa cremosa, butifarra de payés al carbón o codillo de cerdo confitado con puré de patatas, por mencionar solo algunos, porque no falta ni un solo clásico.
Es más, si tuviéramos que elegir un plato emblema de El 5 de Tirso este serían los torreznos, impecables, en su punto en todos los aspectos, desde el aceite al grosor de la panceta. Aunque, como toda taberna tradicional, en su cocina -a la vista del público- tienen también querencia por los platos de cuchara y, cada día, preparan un suculento guiso para los que se acerquen a comer a mediodía; desde garbanzos con callos a albóndigas de la abuela o el imprescindible cocido madrileño, que aquí elaboran cada viernes con todo el mimo que este clásico madrileño requiere.
¿Qué lo que apetece es cenar en ambiente más relajado y confortable? Entonces debemos bajar a la cava abovedada con pareces de ladrillo, lámparas majestuosas y mesas vestidas de blanco donde podemos disfrutar de su misma carta aunque en un marco mucho más sofisticado. Aquí se encuentra también una pequeña bodega donde almacenan los vinos que aquí se sirven (la suya es una carta breve, pero llena de referencias infalibles), aunque su oferta líquida va mucho más allá con cerveza de grifo, vermuts, sangrías y los consabidos combinados.
Lo que se dice, un local de barrio de toda la vida, pero adaptado a los tiempos de hoy.
