No hace tanto tiempo, si uno quería disfrutar de las mejores tascas madrileñas, las más auténticas y castizas, lo mejor que podía hacer era recorrerse barrios como los de Ventas, Tetuán o Carabanchel. Ahora, tras el cierre masivo de muchos de estos locales, resulta más difícil. Pero no imposible. Los que aun aguantan, merecen doblemente el interés. El bar Alonso, en la zona de El Viso, abrió a mediados de la década de los cincuenta y siempre estuvo ligado a diferentes miembros de la familia Alonso. Sin embargo, su última generación decidió cederle el testigo a uno de sus más ilustres empleados, José Manuel Fernández, que ha continuado dando prestigio a la historia del lugar. Recientemente la Academia Madrileña de Gastronomía lo premiaba como el Mejor Bar del Año.
En la diminuta taberna, que cuenta con un zócalo de azulejos y una barra de zinc en forma de V, se arremolinan a todas horas parroquianos y curiosos. Sus fuertes son las elaboraciones caseras como los callos, las patatas bravas, los torreznos, las croquetas de txangurro, las mollejas de cordero o la ensaladilla rusa. A lo que tenemos que sumar un excelente marisco al peso, fresco y con un precio acorde a su calidad. Gambas rojas de Denia, ostras de Arcade, langostinos de Sanlúcar y percebes de Cedeira van desfilando ante nuestra atenta mirada. No, no es posible pasar por El Alonso y marcharse sin catar nada.