Parece que el tiempo se ha detenido en la taberna de Ángel Sierra, situada en la mismísima plaza de Chueca, donde cada día que pasa tiene más valor la conservación de un local de estas características. Sus muros son historia viva del Madrid más castizo: cerámica de la Cartuja de Sevilla, maderas preciosas importadas de Cuba, techos pintados al fresco, barra de estaño, grifería de varios caños… Todo permanece como si no hubiera pasado un siglo desde su inauguración, allá por 1917.
En sus dos espacios podremos dar buena cuenta de un excelente vermut de grifo, acompañado de aceitunas de Campo Real y encurtidos. Además de ricas conservas; empanadas de atún, carne o chorizo; y típicos canapés de bacalao ahumado, ventresca con tomate y paté de pato. Un tesoro que debemos de proteger y mimar, por la cuenta que nos trae.