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‘Terracotta’, un restaurante de diseño a la altura de su gastronomía

Martín López

El ritmo de aperturas hosteleras en Madrid no cesa y el abanico de opciones a las que nos enfrentamos a la hora de salir a comer es ya inmenso. Muchos de ellas, además, compiten con una propuesta culinaria prácticamente idéntica. En los tiempos que corren parece que sus responsables no quieren correr riesgos y han elegido ir a lo seguro: clásicos de la cocina mediterránea y recetas tradicionales españolas, con un ligero toque creativo que quiere ser marca de la casa, se repiten una y otra vez en la carta de gran parte de los últimos restaurantes en llegar a la ciudad. Sí son diferentes, en cambio, los escenarios, y se apuesta todo por ofrecer un interiorismo deslumbrante que atraiga a ese público ávido de restaurantes cool (grupos de amigos en su mayoría) y que valora la decoración, el ambiente y el público que lo visita por encima de lo culinario.

Con este panorama sorprende encontrar restaurantes como Terracotta donde la gastronomía y el diseño están al mismo nivel. Aquí incluso podríamos decir que su estética ha sido creada a la medida de su oferta gastronómica, que promulga la honestidad, el carácter artesanal, el mimo al producto y el respeto a las técnicas y procesos de cocción. Esto no implica, sin embargo, que renuncie a ese toque lúdico y disfrutón que, por qué no decirlo, tanto nos gusta a todos. Terracotta se desmarca de la corriente del momento pues deslumbra tanto por su estética como por su cocina, convenciendo por igual a los que practican el postureo gastro como a los foodies más exigentes. Solo por eso podemos hablar de él como un restaurante excepcional.

Somos sinceros, por tanto, cuando decimos que lo primero que nos seduce de Terracota en su singular interiorismo, obra de la interiorista Helena Cánovas, que  ha convertido el número 80 de la calle Velázquez en toda una oda a la artesanía, a lo natural. La arcilla modulada y endurecida al horno que da nombre al restaurante (la terracota fue el primer material empleado en la construcción de viviendas y elaboración de cerámicas) ha sido la inspiración para este espacio que simula una cueva alargada de tonos cálidos y colores tierra. Las paredes encaladas con una mezcla de adobe y tierra sobre las que se han trazado diferentes formas geométricas, el techo de corcho, los taburetes y lámparas de piel natural, y las cortinas de lino -entre otros motivos, contribuyen a crear un acogedor y elegante universo que atrapa desde el minuto uno. A ello ayuda también decisivamente la iluminación que, si de día permite realzar esas líneas orgánicas y naturales de las que hace gala la sala, se hace más cálida y fascinante por la noche, momento en el que se descubren también los neones tras las cortinas que hacen un guiño a los comensales.

Para seguir descubriendo la singularidad del espacio os recomendamos optar por los platos que, en principio, os suenen menos conocidos. Una vez sentado en la mesa, el personal de sala os recomendará los que ellos consideran infalibles (Croquetas de carabinero con velo ibérico, Ensaladilla rusa con encurtidos y atún rojo, Brioche de calamares, Steak tartar, Huevos rotos con atún rojo: los platos de moda del momento), pero desde aquí os aconsejamos desoír su propuesta y apostar por los que tienen como protagonista al producto, y más si este es de temporada (la carta irá cambiando por temporada). Gracias a esta decisión pudimos gozar en nuestra visita (febrero 2021) de unas espléndidas Alcachofas crujientes con tomates caramelizados o un Puerro a la brasa con un (generoso) tartar de gambón de los que se quedan para el recuerdo. Muy acertada fue también la elección de las Flores crujientes de calabacín rellenas de speck, mozarella y anchoa, al igual que el Säam de papada ibérica glaseada con piña y hierbabuena, uno bocado de tremendo sabor que va a hacer llorar a más de uno.

Aunque la carta no distingue entre entrantes, primeros y segundos -la intención es que podamos crear un menú a medida que puedan disfrutar y pagar a medias todos los comensales-, sí hay platos de mayor enjundia que claramente podemos reservar para el momento estelar. Uno de ellos es el Arroz socarrat al aroma de sarmiento con gambón y alioli de lima, irreprochable en nuestra opinión (la carta incluye otro Arroz meloso de boletus y queso de Pría ahumado). Y el otro, el Magret de Pato braseado, con manzana asada, calabaza y demi glacée de naranja, cuya carne sirven al punto justo para que podamos degustar con todos sus sorprendentes matices; carne de pato (la pechuga para ser exactos) que, estamos seguros, contaría con muchos más simpatizantes si en todas las cocinas se tratara como en Terracotta. Probadla y apartad por un momento los prejuicios.

CÓCTELES ARTESANALES Y SANGRÍAS

Para el postre, resulta muy tentadora la Tarta árabe de nata y lemon curd (descartamos la Tarta de queso, que empieza a cansarnos ya) pero finalmente elegimos el Terramisú de sobremesa al momento (un tiramisú que, como su propio nombre indica, se prepara justo antes de que vayamos a tomarlo) para poderlo combinar con uno de nuestros cócteles favoritos para la sobremesa y que previamente habíamos fichado en la carta de cócteles, el Expresso de tiramisú (vodka, licor de café, café expresso y sirope de plátano).

Pese a no contar con un catálogo muy extenso la coctelería es otro de los fuertes del restaurante que, fiel a su filosofía, solo utiliza destilados artesanales macerados por ellos mismos (como podemos ver en los enormes tarros al fondo de la barra) y siropes naturales, elaborados también por su equipo. Hay propuestas tanto para prolongar la cena a la hora de cierre como para abrir el apetito mientras empiezan a llegar los primeros platos a la mesa; en este último caso, conviene apostar por sus sangrías de autor, o Sangaree’s (nombre original de este combinado) como las denominan en la carta. Las hay de sabor cítrico y floral, o más afrutadas y especiadas; muy originales y refrescantes en ambos casos.

En suma, una carta con mucho sentido que, unido a la variedad y calidad de sus platos y una decoración atemporal, hace de Terracotta un todoterreno preparado para recorrer muchos kilómetros y acoger a todo el mundo.

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