Los salmantinos conocen muy bien el Grupo Martinica. El grupo de restauración ha convertido en éxito rotundo sus dos restaurantes en la capital, Martinica y María y el lobo, gracias a la magistral fusión de cocina mediterránea con otros sabores del mundo. Su chef Marcello Salaris ha logrado dar con la fórmula exacta para triunfar en una ciudad con afición por la cocina tradicional que, sin abandonar ese sendero, le permita jugar y descubrir a sus clientes otras cocinas más exóticas. Prueba de ello es el segundo premio logrado por el cocinero en el concurso al Mejor Plato de Rabo de Toro de España en 2019, con una originalísima Albóndiga de rabo con tartar de calamares, hinojo y trufa; o el reconocimiento ese mismo año como Restaurante Revelación por parte del sector hostelero de la provincia.
Por eso los foodies madrileños no tenemos más que celebrar que nuestra ciudad haya sido la elegida para la puesta en marcha del tercer restaurante del grupo, también llamado Martinica. Se encuentra en la calle del Pinar, una pequeña y apacible calle entre Castellana y María de Molina donde, además de hacerse con un enorme local acorde a sus ambiciones (470 m2 con diferentes salones, cocina a la vista del público, barra de cócteles para el after work) van a poder desplegar una terraza a pie de calle. No le falta detalle a este imponente espacio todoterreno que estará abierto ininterrumpidamente todos los días de la semana, desde la hora del desayuno hasta algo más allá de la medianoche.
En cuanto a su carta sigue fiel al lema del grupo, «Cocinando por el mundo», brindándonos una cocina de autor de esencia mediterránea pero con evidentes guiños internacionales. Lo de Salaris es fusión con mucha coherencia y sin excentricidades. Platos con presentaciones creativas que no persiguen engañar a nuestros sentidos sino hacer aún más protagonistas a los productos que cada plato contienen. Un buen ejemplo de lo que te contamos es el Brioche de mantequilla con presa ibérica de bellota, un bocado que llega en el interior de una cerámica con forma de mano gigante. Asombra el continente sí, pero lo que verdaderamente deslumbra es el contenido: un gustoso brioche con carne de presa ahumada al momento acompañada de ricotta al pesto y mahonesa del chile chipotle que produce toda una revolución en tus papilas gustativas.
Vais a disfrutar también de lo lindo con sus Tacos de steak tartar de solomillo de ternera de Morucha (Salamanca) con huevo codorniz y patatas fritas, el Marmitako de atún rojo o el Solomillo de cerco ibérico de bellota, praliné de pistachos, queso de cabra y manzana verde, un plato que condensa muy bien la esencia de Martinica: producto excelente, elegante presentación y efectivo juego de sabores.
UN POSTRE MILAGROSO
Hay más. El capítulo de los postres aguarda el que posiblemente se convierte en el plato emblema del Martinica madrileño: Mi viaje a Marruecos. Un originalísimo plato que lleva una base de ganache de chocolate blanco con frambuesa, leche de cabra, crujiente de sésamo y cacahuete sobre el que descansan diferentes polvos de sabores: frambuesa, canela, galleta, menta y curry (han de tomarse por este orden). El conjunto se riega, antes de tomarlo, con una leche infusionada en limón y menta, lo que hace de cada cuchara un bocado de alto voltaje, y cada una de ellas diferente a la anterior. Todo un milagro.
Si este menú se conjuga con una atención de sala perfecta, una bodega capaz de sorprender al aficionado más exigente y una razonable calidad-precio, podemos hablar sin temor a dudas de un restaurante sobresaliente. Y Martinica lo es.