Berlín, Londres, París… No hay capital europea sin su restaurante especializado en suvlakis, uno de los platos más típicos y exportables de la gastronomía griega. Una especie de bocadillo relleno de carne marinada con especiadas, asada en una brocheta o pincho, y acompañada de verduras, especias y salsas, que triunfa en todo el mundo, tanto por sus similitudes como por sus diferencias con el kebab. Y es que, aunque ambos tienen un formato y modo de elaboración similar, el suvlaki, además del cordero y el pollo, permite la utilización de otras carnes como el cerdo o la ternera, que se sirven en bocadillo elaborados solo con pan de pita.
En Madrid, este bocado cuya receta se remonta a la antigua Grecia, no tenía apenas representación en el mapa gastronómico de la ciudad hasta la apertura de Egeo, un pequeño pero luminoso local en una de las calles más concurridas de Lavapiés, donde Zanasis Skopelitis se ha propuesto instaurar la primera (y seguro que no la última) suvlakería de la ciudad. Un sueño que el griego logra materializar después de encontrar a los mejores proveedores de productos de su país repartidos por Madrid, una de las condiciones indispensables que se marcó de cara a la puesta en marcha de Egeo. Sin duda, esta es la principal razón que explica el genuino sabor de todos sus suvlakis, tanto de los que siguen las recetas tradicionales, como de los que evidencian ciertas licencias creativas. En este último grupo se incluyen, por cierto, las opciones más aconsejables: el de chorizo criollo argentino (un producto con sabor idéntico al ‘campero’ griego) y el suvlaki de hamburguesa (50% ternera y 50% cordero) y huevo, una receta que toma prestada del restaurante de su tío en la isla de la que procede, Leros.
Más que recomendable también la versión vegetariana –con albóndigas de calabaza- que, al igual que el resto de suvlakis, puede tomarse en formato ración acompañada de ensaladas, pan de pita, patatas fritas y, por supuesto, su correspondiente salsa (completamente) casera. Para los que quieran completar un menú, en su pizarra figuran también un par de ensaladas (atención a la Dakos, con pan griego de cereal tostado, tomate, queso feta, cebolla morada y hojas de alcaparra) y un par de postres (no engañan: el yogur no es casero pero es de una de las mejores marcas griegas).
Si a todo lo descrito le añadimos un horario maratoniano –que cubre casi todo el día los siete días de la semana–, la posibilidad de pedirlo para take away y unos precios ajustadísimos, pensados para llegar a todo el mundo, se explica el fulgurante éxito de este pequeño Egeo, convertido ya en uno de los destinos obligados de Lavapiés.
* Fotos Alfonso Ondarroa