‘Caluana’, comida italocastiza, cócteles por sensaciones y espectáculo a pie de mesa
¿Para qué elegir un restaurante italiano o un restaurante de cocina española si puedes elegir los dos? Perfecto para food lovers y para los que buscan noches con acción, Caluana (Calle de la Bolsa, 12) es la respuesta que estabas buscando si en tu ecuación quieres poner buena comida y diversión nocturna, consagrados en un espacio a tres plantas donde show, comida y coctelería comparten cartel.
Coexistencia gastronómica, mucho ambiente y las bóvedas históricas de una antigua capilla del siglo XVI (y también logia masónica) esperan en este amplísimo local centenario a cuatro pasos de la Plaza Mayor. Producto, consciencia y recetas que juegan a un toma y daca en platos que podrían cantar aquello de «nací en el Mediterráneo».
Hay focaccias, con acento transalpino, que se visten de alcachofas y calamares; croquetas de tortilla de patatas, sí, has leído bien -y no deberías tardar en probarlas-;pasta carbonara que navega entre el ibérico y el atún de almadraba, o arroces que igual te cantan los ritmos de un risotto que se vuelven melosos a base de carrillera. La clave: una cocina italocastiza donde las recetas italianas se reinterpretan con ingredientes españoles.
Una tentación donde además de pastas (atención a la Lasaña con masa de crêpes), arroces y focaccias también se debe dejar hueco para carnes (hay una Bistecca alla fiorentina que no se saltaría ni Brunelleschi) y para pescados que coquetean con la cocina marina de ambas costas. Y, como no podía ser de otra forma, para postres en los que la única decisión complicada es si ir a por el tiramisú (receta casera y secreta), a por la tarta de queso o por el babá napolitano. Spoiler: ve a por los tres.
Y entre platos, una reivindicación donde no todo es mesa. La copa importa, claro. En sus salones, Olivar (planta baja) y El Invernadero (planta superior) ofrecen algunas fórmulas para el aperitivo y para acompañar sus platos. Aunque el verdadero despliegue se produce en la coctelería ubicada en el sótano, la cual nos animan a visitar tras la cena para disfrutar de su no carta de coctelería donde el cliente elige a través de un visual por sensaciones y estados de ánimo, no por ingredientes o sabores. Una fórmula con la que el bartender Daniel Álvarez sorprende y apuesta para sacar al cliente de su zona de confort y no condicionar el trago.
Un win-win ideal que los fines de semana se consolida como una de las direcciones imprescindibles de la capital. Todo para encontrar una feliz coexistencia entre comer bien y divertirse. Música en vivo, dj’s y performances de baile (y más cosas, que no te desvelaremos para que lo vivas en primera persona y de las que informan en sus redes sociales) que demuestran que Caluana concibe la vida como un perpetuo fifty-fifty. Alma y corazón italoespañol donde lo que se come, bebe, baila y vive son igual de importantes.
