Es inevitable. Nada más entrar por la puerta de Mür Café los ojos se nos van hacia el muestrario de tartas que lucen en la barra. De zanahoria, de tres chocolates, de queso con oreos, de manzana, de pera con chocolate y avellanas… Una colección de tentaciones que, una vez examinada, no nos deja otra alternativa que buscar el rincón donde enfrentarnos a tan goloso festín. Es entonces cuando caemos en la cuenta de la singularidad del espacio en que no encontramos. Un local de estética rústico-industrial (paredes de ladrillo blanco, vigas de madera vista, sillones chester, sillas de acero), con dos plantas y distintas estancias para elegir: mesas pequeñitas junto a los ventanales -cinco, nada menos- para desayunar o tomar el café, saloncitos con sofá para parejas o reuniones de grupo, y una enorme mesa comunal de madera de derribo para comer en compañía o trabajar con el ordenador. Encaja para cualquier plan, de día o de noche, de hecho se presenta con el sobrenombre de Coffee Shop & Cocktail Bar.
Dos conceptos que responden al espíritu british de este café y que queda patente tanto en su metodología (nada más entrar se hace el pedido en barra y se abonan las consumiciones que, posteriormente, el camarero llevará a la mesa), como en su oferta e, incluso, en la imagen corporativa del local, para la que ha elegido un pato, la mascota no oficial de Inglaterra. Ello explica el puesto de honor que ocupan en su carta los scones y el pan de plátano (banana bread), ambos preparados por la repostera de la casa, Natalia Pullina, en la misma cocina del café. Al igual que la diversidad de tés y mermeladas artesanales que incluye el listado, muchos de los cuales están a la venta en un pequeño corner junto a la barra de productos ‘made in England’: mermeladas Cottage Delight, chocolates Whittard, pastas de mantequilla, tés, granolas, cervezas…
El capítulo salado, también con innegable acento inglés, se centra en sopas (de tomate o escocesa), bagels (triunfa la rellena de pollo con quesos cheddar y edam) acompañadas de patatas asadas a las finas hierbas, ensaladas, tostas (increíble la de paté de arenque) y diferentes cazuelitas para los que busquen algo más elaborado; como la de pollo Julienne, un plato de origen francés aunque popularizado en Rusia, que también encaja en su propuesta de picoteo casual. Es una oferta ideada para cubrir todos los frentes, con la que Mür Café quiere llegar a todos los públicos que se mueven en torno a la plazuela de Cristino Marcos, un enclave exclusivo donde en verano sitúa una pequeña pero coqueta terraza tras las escaleras que dan a la calle Princesa. Sin ínfulas ni sobreprecios -como podemos comprobar en la versión clásica del brunch con que deleitan al personal las mañanas del fin de semana- y un horario maratoniano que se extiende hasta pasada la medianoche los fines de semana, para enlazar con los cócteles y gin tonics ya imprescindibles al término de cada cena, sea el país que sea.
*fotos: Bruno Rascão