Madrid ha sido escenario de infinidad de películas. De hecho, hay espacios como la Gran Vía, Plaza Mayor o el barrio de los Austrias que muchos conocen a través del cine, a pesar de no haber estado nunca en la capital. Otro de los rincones mas cinematográficos es la Cuesta de los Ciegos, también conocida como ‘arrastraculos’ Ha sido escenario de películas como: Los chicos (1959), de Marco Ferreri; Yo hice a Roque III (1980), de Mariano Ozores; El jardín secreto (1984), de Carlos Suárez; y Después del sueño (1992), de Mario Camus.
Esta escalinata de 254 peldaños se esconde en la zona de Las Vistillas, conectando la Calle Segovia con la de la Morería. Desde lo alto, este desconocido rincón nos regala unas vistas impresionantes de la ciudad. Solo con alzar la vista, podemos contemplar la catedral de La Almudena y el Viaducto de Segovia.
Misterios y leyendas
Sobre el origen de su nombre circulan muchas leyendas. La favorita de los madrileños es el milagro de San Francisco de Asís, quien -según cuentan- devolvió la vista a dos ciegos que pedían limosna en las escaleras. Otras historias relatan que si nos remontamos al siglo XVIII, por esa zona vivían algunos músicos invidentes muy humildes que se dedicaban a pedir limosna. Sin embargo, su pasado no es el único misterio que guarda este icónico espacio. El mote de ‘arrastraculos’ se lo pusieron los vecinos de la zona que, en sus orígenes, bajaban esta pendiente agachados para evitar caerse; par los niños, en cambio, era todo un divertimento y se dejaban caer de culo como si fuese un tobogán.
En cuanto a sus construcción se desconoce la fecha exacta, pero sí podemos asegurar que la escalinata ya aparecía en el los platos de la ciudad laborados por Pedro Texeira en 1656. Aunque fue un siglo después, en los planos de Espinosa, cuando empezó a figurar con su nombre actual.
Al pie de las escalinatas, se encuentra una de las dos fuentes que aún se conservan de la II República, la otra la podéis ver en la plaza de Nelson Mandela en Lavapiés. Si os fijáis en el escudo, en lugar de la corona real lleva una alameda, y a los lados un dragón y un oso. También se habla de la existencia de unos pasadizo secretos bajo la escalinata, que fueron construidos durante los trabajos de reordenación de la escalera y su entorno en el siglo XIX. Según cuentan, estos pasadizos conectan los edificios más importantes de la ciudad con el Palacio Real. Sus medidas, cerca de dos metros de altura y algo más de un metro de ancho, sugieren que no era un simple túnel. Muchos dicen que este tipo de galerías, además de servir de alcantarillado, servían para aquellos que querían desaparecer sin dejar rastro, aunque hoy en día solo son conductos de agua.
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