*** ESTABLECIMIENTO CERRADO ***
A nadie resulta indiferente. Todo aquel que camina por la calle Luchana no puede evitar detenerse para mirar a través de los ventanales de Madame Butterfly, para admirar el exuberante salón que se adivina tras ellos. Paredes con papel pintado de motivos exóticos, lámparas orientales, mariposas de colores sobre la chimenea, tapicerías de llamativos colores… son solo algunos de los detalles de este restaurante en el que lo estético juega un papel tan importante como lo gastronómico. Y advertimos, su nombre poco tiene que ver con la protagonista de la ópera de Puccini: la Madame Butterfly a la que da nombre es un personaje ficticio, en concreto, una maiko (mujer aspirante a geisha) que sueña con dominar todas las artes exóticas japonesas, ambición de la que deriva el afán por la perfección, la belleza, la delicadeza y el buen servicio que van a ser santo y seña de esta casa.
Lo comprobamos en primer lugar en su decoración, que se inspira en Indochina y el Japón de los años 40. Un deslumbrante trabajo, realizado por el estudio de arquitectura Marta Banús, que recrea la estética del Asia colonial, mezclando estilos y objetos asiáticos y franceses con sumo gusto. Según nos cuentan, la sala que mira a la calle es una especie de salón de té (Indochine Parlour, lo denominan), y está pensada para comidas y meriendas a la luz de los ventanales. La zona de barra que le sucede ha sido ideada para tomar el aperitivo o un cóctel al final de la tarde, y tras esta, un saloncito de ladrillo visto y luces de neón destinado a cenas más canallas y reuniones clandestinas. Aquí es donde podemos poner cara a la maiko que da nombre al restaurante, en un mural gigante que preside la estancia pintado a mano por Espinosa Studio. Pero lo cierto es que, independientemente de esta distribución, todas sus estancias y rincones apetecen por igual; en cualquier lugar que elijamos, vamos a estar rodeados de belleza.
El objetivo, que logra con creces, es hacernos viajar en el espacio y en el tiempo para degustar algunos de los bocados japoneses más típicos, como dim sums o nigiris, así como otros platillos que juegan a la fusión y dan entidad propia al restaurante. Es el caso, este último, de su Tortilla de Patatas en Tempura con Atún Rojo Bluefin y Trufa, que nos presentan como «la primera tortilla de patatas que se come con palillos», pues contiene todos los ingredientes de la tortilla española pero elaborados como si se tratara de un plato oriental (finas patatas paja en tempura y yema de huevo macerada con trufa y yuzu). También encontramos mezcla de culturas en el Bao-burger con carne de wagyu, unas pequeñas hamburguesas de carne de buey japonés con el característico pan de los bao, pero con semillas (también los hay de chipirones y de cangrejo); o los Chipirones con mandarina y tallarines de mango y calabacín salteados al wok, otro de los platos insignia del restaurante.
Su carta de nigiris es para comérsela entera. Todos los bocados son francamente interesantes, con propuestas muy gustosas y provocativas, como el nigiri de Salmón braseado, el de Sardina ahumada con salmorejo de mango, el de Vieira en dos texturas (mayo spicy y trufa) o el de Lubina kabayaki. Se pueden pedir por unidades para que podamos probar la mayor cantidad de ellos, opción que recomendamos pues todos están al nivel. También entusiasman sus uromaki rolls (estos, en cambio, solo se sirven en platos de 8 unidades), entre los que os aconsejamos el Soft shell crab en tempura (con cangrejo, queso crema y aguacate) y el Spicy tartar de atún rojo (con aguacate, kimchi y pan de gambas).
Merece la pena probar también sus dim sums al vapor, en concreto las Gyozas vegetales y las de Ternera y verduras. Y ya en el capítulo de los postres, podemos seguir divirtiendo al paladar con su Daifuku Mochi Luxury, un original y delicado mochi con mousse yuzu y flor de azahar, o su Helado de Oreo en tempura, toda una gochada que solo recomendamos pedir a aquellos que son incapaces de sentir remordimientos después.
Otra opción es decantarse por alguno de sus exóticos cócteles que también se incluyen en su carta y así permitirnos estirar la sobremesa un ratito más. Idea que gana fuerza si el tiempo acompaña y logramos hacernos con una de las mesas de su coqueta terraza (también de mobiliario oriental) a pie de calle. Ya sea fuera como dentro del local, vamos confirmando esa primera impresión que nos generó al verlo por primera vez: Madame Butterfly proporciona un rato nada desdeñable de placer. De ti solo depende hacerlo con la compañía adecuada.