‘Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí’. Sólo siete palabras constituyen uno de los microrrelatos más célebres y enigmáticos de la historia de la literatura. El favorito también de Marisol Torres, que ha elegido el texto de Augusto Monterrosa para dar nombre al café-librería con el que se presenta en Lavapiés. Un espacio para la lectura, el encuentro y la buena comida donde su propietaria aúna sus dos pasiones, la literatura y la gastronomía. Fórmula muy en boga en Madrid en los últimos tiempos, a la que nuestra anfitriona ha querido dar su marca personal mediante una biblioteca especializada en obras de relatos, poesía y novela negra, sus géneros predilectos, y una ingeniosa carta basada en platos caseros, elaborados a diario por ella misma en la cocina del interior del local.
Ambas propuestas se complementan en este pequeño (y otrora oscuro) lugar al que han sometido a un profundo lavado de cara, recuperando sus ventanales a calle y procurando una decoración sobria, acogedora y con un toque bohemio. Uno de sus laterales ha sido reservado para la librería. En ella, muchos libros de pequeñas editoriales, difíciles de encontrar en otros puntos de la ciudad, más los títulos imprescindibles de los géneros que cultiva. Además, revistas y fanzines, dedicados en su mayoría al mundo de la cultura y el arte, por los que siente devoción y se ha propuesto contribuir a su difusión. Por eso, sus títulos han sido elegidos para bautizar a los postres incluidos en la carta: ‘Al otro lado del espejo’ (tarta de chocolate y té verde, única en su especie), ‘Vinila Trippers’ (strudel de manzana) y ‘Elenarte’ (tiramisú).
En el otro lado, la barra, pertrechada por taburetes y unas pocas mesas, que invitan tanto a tomarse un café y charlar sin prisa, como a sentarse a disfrutar de sus propuestas culinarias que salen de su cocina. Platos suculentos e imaginativos (tartar de salmón y aguacate, crudités con salsa de queso, huevo fritos sobre mousse de hongo y foie), otros más tradicionales (ragout de ciervo con corona de trigo tierno, según la receta familiar; cazuelita de migas con pimientos, huevo duro y uvas), con nombres de algunas de las obras que figuran en la librería, y a precios -por qué no decirlo- ‘tirados’. Una indiscutible excusa para comer fuera de casa, más si es sábado e invierno: en el Dinosaurio preparan un cocido completo espléndido.
En definitiva, un enclave confortable y singular, muy en sintonía con el espíritu del barrio, que llega cargado de ‘buenas intenciones’: exposiciones, talleres, recitales, cuentacuentos… Y donde también entienden de buenos tragos (la oferta de ginebras, vodkas y rones es breve, pero elegida con criterio). Sin parafernalias y con naturalidad, como debe ser.