Un antiguo almacén en las cercanías de la estación de Atocha es ahora la sede de uno de los centros de artes de vanguardia más potentes de Madrid. La Neomudéjar (Antonio de Nebrija, s/n <M> Atocha Renfe) abrió sus puertas en 2013, cuando Néstor Prieto y Francisco Brives –videoartista y cineasta respectivamente– encontraron por fin el hogar perfecto para el proyecto con el que llevaban años soñando y que empezó a gestarse en las cabezas de sus creadores en los días del 15M. Durante varios años, desarrollaron la idea y se la presentaron a un sinfín de instituciones, hasta que finalmente fue la sección de patrimonio de ADIF la que se atrevió a dar el paso y les alquiló el espacio donde se ubican actualmente. Situado en los alrededores de la estación, el edificio data de finales del siglo XIX y estaba destinado a usos ferroviarios. Ya en su época, fue un edificio de vanguardia gracias a su arquitectura de estilo neomudéjar, que es precisamente el que le da nombre al centro.
La memoria del espacio
Con una entrada de aires muy berlinenes, plagada de murales de street art, las dos plantas que acogen hoy La Neomudéjar fueron antiguamente sede de los talleres MZA –pertenecientes a la antigua estación del Mediodía, hoy estación de Atocha–, primero de los de Pequeño Material y Telégrafos y, posteriormente, de los talleres de Formación Ferroviarios, donde se formaban los trabajadores de la estación y de cuya distribución original toman el nombre las diferentes salas del centro: la hojalatería, la sala metales, la fragua, etc. Cuando se abandonó su uso ferroviario, el edificio se convirtió en almacén de herramientas, materiales y objetos de todo tipo. Para los directores del centro, era fundamental poner en valor la memoria del espacio, por lo que ellos mismos se encargaron de limpiarlo y vaciarlo. Así, mientras ponían en marcha el proyecto, fueron investigando también la cronología del lugar y reconstruyendo su historia para poder establecer un diálogo entre sus usos pasados y presentes. Muchas de las piezas que recuperaron y dataron en este proceso de limpieza pueden verse en diferentes rincones del centro y tienen idea de editar un catálogo con todos los objetos que han encontrado. El proceso de creación de La Neomudéjar y el concepto que hay detrás son también una metáfora del panorama cultural que había en Madrid en el momento de su creación, en estado de abandono total, de donde Néstor y Franciso se propusieron hacer emerger cultura, partiendo de la precariedad absoluta. Por eso no han rehabilitado el espacio, sino que han querido mantener cada grieta y cada desconchón para así respetar la memoria viva del edificio. La cultura, tal y como ellos la entienden, debe servir para narrar justamente eso: historias vividas.
Otras formas de relacionarse con el arte
Las dos patas fundamentales de La Neomudéjar son la de las exposiciones y la de residencia artística –conformada por los talleres de trabajo de los artistas que acogen en su programa artist-in-residence, que permanecen allí durante los meses que requieran sus proyectos, colaborando con otros artistas del centro y exponiendo sus piezas al finalizar. No todas las exposiciones que se hacen en La Neomudéjar parten de una residencia, pero sí que todas las residencias desembocan en una exposición. Las disciplinas que han defendido desde un principio son el street art, el videoarte, la performance y las instalaciones, con un fuerte componente político y de resistencia, haciendo mucho hincapié en el arte emergente y en lo experimental. Además de las salas de exposiciones y los talleres, también cuentan con una sala de proyecciones (la Fragua CineClub), una sala para consultar el fondo de archivo que tienen de movimientos LGTB en España y una librería –la NEO Store– donde se pueden encontrar publicaciones relacionadas con las exposiciones que hay en el espacio y también títulos muy vinculados a las luchas y resistencias, dentro y fuera del mundo del arte.
Según el evento
De miércoles a domingo (11 a 15h y 17 a 21h)
Atocha Renfe
* Fotos Alfonso Ondarroa