ESTE NEGOCIO SOLO FUNCIONA COMO TIENDA ONLINE
Las manualidades cuentan con más aficionados por lo que es normal que surjan espacios especializados donde aprender o perfeccionar técnicas, encontrar materias primas y, pos supuesto, hacer amigos con intereses afines. Uno de estos puntos de encuentro es La Retalera. ‘La idea surgió en 2012 cuando buscaba telas bonitas de algodón para confeccionarle ropa a mi hija –comenta Blanca Sáez, la artífice del proyecto-. Cuando recibí mi primer pedido procedente de Estados Unidos tuve la idea: ¿Y si monto una tienda online? Empecé comprando retalitos y revendiendo, participando en pequeños mercadillos y ferias y contándole a todo el mundo que traía de fuera y vendía telas preciosas’.
Hoy, La Retalera no es solo un espacio virtual también es un laboratorio de ideas relacionadas con lo textil ubicado en el centro (Desengaño, 11. Ext. 2º Izda <M> Gran Vía) de la capital. ‘Trabajo en tres áreas bien definidas que son la venta de tejidos, los talleres y mi propia producción’. En cuanto a los cursos, Blanca intenta organizar propuestas que aporten un plus, un contexto… como los orígenes o la actualidad. Por ejemplo, Haz tu propio quimono o tu propio huipil o vestimenta tradicional mexicana.
En cuanto a sus artículos manufacturados, Blanca da prioridad a las telas. ‘Siempre estoy pensando modelos nuevos en los que el patrón sea lo más limpio posible para que no reste brillantez al estampado’. Su catálogo es bastante amplio: bolsos, tote bag, neceseres, kimonos, huipiles, mochilas, bufandas, monederos, parches termoadhesivos, turbantes, bandanas… ‘y lo que se me va ocurriendo’, puntualiza. Además, como en La Retalera también se cose por encargo se puede encargar el diseño y la confección de cualquier cosa que deseemos: ‘desde un bolso hasta un vestido de novia’, asegura.
Blanca importa algodones de popelín de Japón y Estados Unidos principalmente, y apuesta por motivos arriesgados como vírgenes, calaveras (‘onda muy Frida Kahlo’, puntualiza), lujosas con dorados y dibujos nipones como garzas y geishas. ‘Aunque también tengo con motivos geométricos, florales o infantiles. Todas las elijo yo y, en principio, tienen que enamorarme’.
Una parte importante de su proyecto son los mercadillos. ‘Me encanta el trato personal, conocer al cliente, charlar con él, que me cuente su vida y lo que hace. A lo largo de estos años me he dado cuenta que la comunidad que se forma es muy interesante y hasta surgen negocios en mis mercadillos porque la gente se conoce entre sí, habla, se une en propósitos. Es muy gratificante para mí ya que no es un simple intercambio comercial, va mucho más allá’.
Todos los sábados, de 11 a 14 h., abre al público las puertas de su laboratorio-taller con sus rastrillos, una actividad cada vez más frecuente y numerosa en Madrid. ‘Quiero pensar que responde a un mayor conciencia sobre el consumo y una apuesta por la originalidad, la calidad y el apoyo al pequeño productor. La compra en grandes superficies uniforma y aliena, y comprar a diseñadores y artesanos distingue y promueve una economía más social y responsable, más justa’, analiza la diseñadora.
Su programa de actividades (que suele anunciar en The Hobby Maker) es muy intenso. ‘Tenemos clases continuas de patronaje y costura y caligrafía y lettering –finaliza-. Además hacemos monográficos para que, en un día, los participantes puedan acabar su proyecto ya sea una sudadera, un bolso o un quimono’. Pero también hay sesiones de ganchillo, porcelana fría, monstruos para niños, catrinas en papel maché. En definitiva, proyectos seductores que ayudan a desatar la creatividad de cada uno.