Lejos de estar congelado, el sector heladero de Madrid está más ardiente que nunca. Es como si, de repente, todas las tendencias heladeras que vemos por medio mundo quisieran hacerse un hueco en la capital; y, por suerte para todos, lo están consiguiendo. Como Gamela (Pérez Galdós, 5 <M> Gran Vía/Chueca), la heladería de alma gallega abierta entre los barrios de Chueca y Malasaña por Bruno López, un periodista de formación que ha decidido continuar con el legado familiar puesto en marcha por su madre, Isabel Alborés. Nieta de pasteleros, esta incansable emprendedora heladera es la culpable de que ahora en Madrid podamos tomar ‘popitos‘, los polos de helado artesanos personalizados que ella misma lanzó en Galicia.
Son unos helados artesanos con palo –de leche, frutas frescas o sorbete–, moldeados por ellos mismos con forma de tableta de chocolate, corazones, caritas sonrientes… y bañados en coberturas de chocolates de diferentes sabores: desde chocolate con cookies, caramelo, limón o fresa, hasta una deliciosa gianduja, la pasta italiana de avellanas más famosa del mundo. Quiene quiera, puede elegir de topping almendras, coco, crocantis y hasta frutas liofilizadadas que le dan un toque crunchy en cada mordisco. El resultado es un helado que, a simple vista, no se diferencian casi nada de un helado industrial de los que todos tenemos en la cabeza. Pero que nadie se confunda, porque estos son helados artesanos preparados al momento y al gusto de cada cual.
La idea la vio por primera vez en Italia, de donde proceden la mayoría de las novedades heladeras, e Isabel no lo dudó. Sería el producto estrella de la segunda tienda que abriría en 2011 en Baiona. Desde entonces, no ha parado de innovar, y su hijo Bruno le sigue muy de cerca. En la heladería de Madrid, los popitos se codean con cookies rellenas de helado, polos de frutas naturales y de temporada, yogur helado, smoothies, batidos, granizados, cafés… y alguna que otra combinación singular, como el batiyogo, la fusión entre el batido y el yogur helado. Y todo hecho en casa.
La leche que utilizan es gallega, cuentan con algunos sabores sin gluten y veganos y, aunque el helado es un capricho muy goloso, también tienen toppings de alma healthy, como semillas de sésamo, frutas frescas e incluso liofilizadas. Hay mucho donde elegir entre los más de 60 sabores que suelen hacer –aunque no todos están disponibles diariamente–, donde no faltan los clásicos de vainilla, nata, chocolate o leche merengada, los sorbetes de limón, mandarina o fresa, y otros más atrevidos, como bombón de avellana, cheesecake. El local es amplio, con mesas y barra para tomar el helado cómodamente y bajo el amparo del aire acondicionado, pero quien quiera llevárselo a casa, también puede. Aceptan pedidos para llevar y cuentan con servicio a domicilio. Lo único que no tienen son excusas para no tomar helados sea cual seas el momento del año.
Popitos desde 3€. Tarrinas de helado o yogur desde 2,50€. Batidos desde 3€
De lunes a domingo de 12 a 23h
Gran Vía / Chueca
* Fotos Alfonso Ondarroa.