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‘La Chispera’, la vuelta a la vida de un clásico del barrio

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Acostumbrados como estamos a que en Madrid se cierren continuamente locales legendarios que, posteriormente, pasan a ser suplantados por franquicias o restaurantes de estética cool que igual podrían estar en Madrid que en cualquier otra gran ciudad, debería ser noticia que una taberna antigua reabriera sus puertas después de décadas cerrada a cal y canto. No obstante, aunque la reapertura de la gallinejería La Chispera en La Latina, ahora convertida en una vibrante tasquita, ha pasado desapercibida entre los medios de actualidad gastro y los muchos perfiles de Instagram que tienen como protagonista la capital, sí ha supuesto todo un acontecimiento entre los vecinos y fieles del barrio, que han convertido La Chispera en uno de sus lugares predilectos para tomar el vermú (de grifo) con su correspondiente tapita, encontrarse con los amigos para tomar unas cañas o comer de manera informal a base de raciones y platos para compartir.

La Chispera, la vuelta a la vida de un clásico del barrio

Los encargados de devolver La Chispera a la vida son Víctor María Gamella, nieto de la fundadora de la gallinejería en 1951 (sobre la barra podéis ver fotos de ella y toda su familia en el espacio original) y su mujer Marta Hernández, propietaria de la tienda de decoración Marantikk, que se ha ocupado del restyling del espacio. Un trabajo magnífico el suyo pues, aunque el bar mantiene su alma castiza con el suelo original de baldosas de barro y zócalo de azulejos rojos, ha ganado en encanto al forrar sus paredes con llamativos papeles decorativos, lámparas de diseño y muebles de diferentes estilos adquiridos en el Rastro. Es más, su personalísimo estilo es uno de los grandes alicientes de La Chispera; no hay nadie que aquí entre y no perciba que se encuentra un lugar único.

La Chispera, la vuelta a la vida de un clásico del barrio

En cuanto a su oferta, no dista mucho de la que encontramos en los abundantes bares de la zona: variedad de tostas, ensaladas y tablas de ibéricos y quesos. Propuestas todas que favorecen la conversación, la degustación y las relaciones sociales, que es de lo que se trata. Aunque, como particularidad, incluye un apetecible listado de platillos mexicanos, como tamales (triunfa el de cochinita pibil), tacos y nachos con queso y guacamole, y unas muy interesantes opciones vegetarianas (lasaña vegetal, hamburguesa de kale y quinoa) que dan buena muestra de la vocación contemporánea de esta taberna que tiene como hilo musical el mejor indie nacional.

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