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‘La Tapería del 21’, productos del huerto y comida casera

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Vecino de La Titi –tan vecinos que comparten hasta el número de la calle–, detrás de La Tapería del 21 se encuentra Óscar Mayordomo quien, después de una vida dedicada a la hostelería, vio por fin en este local la posibilidad de abrir algo propio. Tenía tan claro en su cabeza cómo quería que fuera su bar, que una vez que encontró el espacio, sólo tardó 13 días en hacer la reforma.

La seña de identidad de La Tapería del 21 es la comida casera, elaborada con los productos de la huerta de su familia en Toledo. Desde el aceite hasta el vino pasando por las verduras, todo son productos propios y, por supuesto, frescos y de temporada. La cocina es abierta. Tanto, que casi parece que te encuentres en tu propia casa, pues sólo un pequeño mostrador separa a ésta de la zona de sala. El toque casero se nota también en los platos. A Óscar le enseñó a cocinar su madre, y a su madre le enseño su abuela, por lo que hay platos que vienen hasta de su bisabuela. Cuatro generaciones de cocineras condensadas en una sola carta. Las croquetas de jamón son un buen ejemplo de ello, lo que hace que se estén ganando la fama de ser las mejores de Lavapiés. Entre sus platos top, también están el Aguacate de La Tapería –relleno de salmón ahumado, huevo a la plancha, canónigos y semillas de cilantro–, el tartarde atún rojo con fresas y crema de mango, los filetitos rusos con pisto manchego, el pulpo a la gallega y el tomate de la huerta relleno de guacamole. Cada temporada, además, van cambiando las sugerencias. Sólo tienen un postre, ¡pero qué postre!: un tiramisú casero delicioso. La oferta gastronómica se completa con una carta de bebidas en la que cabría destacar el vino de la casa, hecho por su familia y totalmente ecológico.

Además de la parte gastro, merece la pena detenerse a mirar algunos de los detalles de su decoración. Al entrar hay que fijarse en las lámparas; hay desde una farola francesa con unos 200 años de antigüedad hasta un brasero reconvertido en lámpara, pasando por una que estuvo originalmente en una estación de tren gallega o focos de fotografía de 1960.  Y, sin duda, uno de los más entrañables: Óscar nos cuenta que bicicleta que cuelga de la pared perteneció a su padre cuando era joven.

Así, con este sabor a casa y este ambiente que también nos inspira nostalgia -de la buena-, la experiencia de tapear aquí es un auténtico gustazo.

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