A la altura del número 26 de la calle Orense, oculto por una tienda de plantas, en un angosto pasillo, se sitúa uno de los restaurantes de ramen más singulares de Madrid. La historia de su propietario también es especial y hace que se tenga que retroceder en el tiempo casi cuatro décadas atrás.
Son los años que el señor Uchida aterrizó en España. Concretamente en Alcoy, donde comenzó a estudiar guitarra clásica en su conservatorio. Tras varias experiencias no muy gratas, fue encaminándose hacia el maravilloso mundo del caldo japonés. Gracias a un contacto familiar aprendió de la cadena Run Run T, con sedes en diferentes lugares de la isla, como elaborarlo. Una receta que ha ido perfeccionando y puliendo hasta dar con uno de los ramen mejor considerados de la ciudad.
Uchida, antes de montar su negocio, vendería ramen a las puertas del Colegio Japonés de Madrid, en el área de El Plantio, en Moncloa. Ahí ya se haría un nombre popular entre la colonia de ciudadanos del país del sol naciente. También ofrecería sus servicios a la legendaria y reconocida Yoka, de Yokaloka, hasta 2019. A la vez, y ya definitivamente, montaría un diminuto establecimiento en la Esquina del Bernabéu. Aquel lugar lo inaugurará en la primavera de 2016. Tras el cierre por reformas de todo el estadio, buscaría un lugar próximo. Lo encontró en lo que son conocidos popularmente como los bajos de Orense, aunque de acceso muy fácil y sencillo desde la vía principal.
Son dos plantas, la primera donde se pueden recoger pedidos o realizar la comanda. Aunque si se quiere hay un repositorio para comer rápidamente, sobre un taburete. Es ideal para despachar y hablar con Uchida, que siempre tiene a su lado algún trabajador para que todo funcione de la forma más rápida y eficiente posible. Mientras, el segundo piso, está repleto de mesas para poder comer tranquilamente.
La oferta no es muy amplia, pero el resultado es verdaderamente satisfactorio. Su caldo tonkotsu (cerdo), que pasa 48 horas cociendo a fuego lento junto a otras zarandajas que no desvela, es un manjar supremo. Ellos lo ofrecen de cuatro tipos: con salsa de soja, sésamo, miso o curry, uno de los más completos. A todo ello hay que añadir los habituales toppings como son una lámina de alga nori, brotes de soja, maíz, naruto, huevo cocido y chasu, una carne tiernísima que prepara a diario y que otorga aún más sabor y complejidad a su ramen. Los fideos también los prepara él mismo, con una máquina importada de Asia y con harina de trigo especial. Esta es otra de las grandes bazas de Ran Ran Tei.
También es necesario comentar que se puede disfrutar de dos tamaños, aunque el pequeño ya es más que suficiente. Sobre todo, porque hay que dejar hueco para las otras opciones que complementan el menú. Entre ellas el yakisoba, con tallarines fritos, col china, zanahoria, jengibre; y las empanadillas de carne, que también elabora de forma continuada, con una terneza y un crujiente muy sobresalientes. Quizás lo menos llamativo sean el pollo frito, con un rebozado poco entusiasta; y las brochetas, también de ave, conocidas como yakitori. Para terminar, si se desea hacerlo con algo dulce, siempre son de interés los mochi de sakura, cheesecake, té verde o chocolate.
En definitiva, el trabajo y labor de un emigrado como Uchida, que parece que empezó tarde en esto de lo gastronómico, pero que le pone toda la sapiencia de un verdadero conocedor de la historia del ramen, hacen de Ran Ran Tei, uno de esos tesoros que aún pueden conocerse en Madrid. Donde siempre hay lugar para el descubrimiento y el entusiasmo.