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‘Palosanto’, sabores exóticos en la plaza de Chueca

Redacción

Como el incienso que surge de la madera que le da nombre, Palosanto ha abierto sus puertas en la plaza de Chueca para ‘purificarla’ en el mejor sentido de la palabra. Y es que, hasta ahora, las opciones actuales y de calidad escaseaban en esta zona emblemática que resurgió a finales de los 90 y parecía haberse estancando en aquella década. Ha sido el colombiano Edi Collazos, con amplia experiencia en negocios de éxito como La Musa o la cafetería HD, el que ha venido abanderando el cambio con un concepto sencillo y casual, pero sabroso y bien llevado. Palosanto es un restaurante sin pretensiones, que aboga por un espacio cuidado y una cocina sin disfraces aunque siempre con algún que otro guiño creativo. Un lugar cálido, de inspiración rústica, en el que se nota el gusto por el detalle tanto en las piezas que lo saltean (mesas de la India, expositores a modo de mercado de abastos, muebles recuperados, vajillas de las de toda la vida…), como en una carta con influencias latinas y orientales que degustar en el interior, entre el sol y sombra de su llamativa mesita bajo la ventana, o en la terraza más amplia de la plaza. Son propuestas de aquí y de allá, a un precio más que asequible, que lo convierten en una de las opciones más atractivas del barrio, una de esas para repetir, de las que no cansan y son siempre bienvenidas.

Palosanto en plaza de Chueca

Su estrella: el pancook, un pan de pueblo que consigue que no paremos de mojar en rellenos tan apetecibles como el de curry y langostinos, pollo o rabo de toro. Hay más: tacos caseros, unos buenos nachos (auténticos mejicanos) con queso, guacamole y pico de gallo, gyozas cocinadas al vapor con un ligero punto de fritura en aceite, pizza criolla con carne mechada y salsa de tomate hecha por ellos mismos que también acompaña a algunos platos de pasta, o un refrescante carpaccio de calabacín y tomate. Por su localización, no se olvidan en Palosanto de las eternas tapas de bar, ya sean unas anchoas o unos chipirones con una caña bien fresquita. Tampoco falta el salmorejo o el ajoblanco, ni el imprescindible y contundente menú de mediodía que mezcla todas estas recetas en tres únicos platos (dos primeros y un segundo).

Llaman la atención sus desayunos a la americana, con huevos revueltos, bacon y queso; también sus dulces meriendas y su exótica coctelería, que si bien no abandona el omnipresente mojito, incorpora una decena de creaciones bien agitadas y coronadas con frutas exóticas. Y el café, ¡qué café!, italiano de insuperable sabor, un imprescindible del vecindario que ha acogido a Palosanto con los brazos abiertos. No es de extrañar. Aquí no falta nunca una sonrisa y a todo el que se acerca, mascotas incluidas, se le hace sentir como en casa.

*fotos: Alber Sánchez

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