En contadas ocasiones un sitio extremadamente glamouroso resulta ser asequible para todo hijo de vecino. Y ésta es una de esas veces. El Imparcial Restaurante, abierto junto a la plaza Tirso de Molina, responde a la perfección a los cánones del buen gusto, sobre todo en diseño e interiorismo, respetando al máximo el legado histórico del edificio en el que se ubica -antigua sede del diario El Imparcial- y, a la vez, al alcance de todos los bolsillos. Todo un restaurante de alto nivel, a precios más que moderados.
Detrás de la conversión en restaurante cool de este local, en desuso desde hacía años, se encuentran los promotores de Maricastaña y Dray Martina, a quienes se ha unido en este nuevo proyecto Dani Pérez Fernández-Cañadas y Laura Suárez González de Araujo. Todos ellos, junto a su estudio de diseño de cabecera, Madrid in Love, firman la nueva etapa de El Imparcial como café, restaurante, tienda y espacio cultural. Todo en uno.
Se trata de un espacio versátil dividido en dos plantas y cuatro salas que cambian de uso según la hora del día y la ocasión. La entrada principal -en la planta baja- es la parte más sobria del restaurante: una barra de bar y un par de mesitas con una nota de glamour. Poco hace presagiar lo que uno se encuentra en la planta superior, a la que se accede por una renovada escalera señorial. Y es ahí es donde está todo, pero todo, el atractivo de este nuevo Imparcial: mesas de mármol, butacas retro y futuristas, suelos de madera recuperados, lámparas doradas, espejos, tonalidades suaves, terciopelos y estampados florales en las tapicerías, muchas plantas y una iluminación natural envidiable.
En este piso, una barra de bar alargada se convierte en la antesala del salón principal, gran espacio con ventanales a la calle que, durante el día, literalmente inundan con un torrente de luz su interior. En un extremo se encuentra una pequeña sala convertible en salón privado. En el otro, una tienda-galería de arte, denominada ‘Espacio I.‘, en la que sobresalen piezas para hacer regalos de buen gusto, desde artículos de decoración de Guille García de la Hoz, a cosmética de La Bruket, magazines de culto internacionales como Dazed, Bomb, Revs o Smith, packs de cervezas Casimiro Mahou y una selección de artículos de Factoría Mahou, como los carteles publicitarios customizados por Juan Gatti . Además, esta es una sala que al llegar la noche cambia los objetos de decoración por manteles y cubiertos para convertirse en una ampliación del salón principal.
La cocina permanece abierta todo el día, desde el desayuno a la cena, con una carta en la que sobresalen muchos platos para compartir con un toque castizo actualizado. Desde unas singulares patatas bravas con una salsa sin tomate (elaborada según una receta de principios del siglo pasado) a croquetas de rabo de toro, o bocata de calamares con ali oli negro. También pizzas, tacos, hamburguesas y hasta costillares, procedentes de las carnes de La Finca.
Entre los platos menos typical spanish, sashimi de salmón con wakame y helado de wasabi, propuesta que bien merece la pena. De postre, tarta de chocolate sin gluten, cheescake, carrot cake o torrija de panetone, todo casero. En laborables, además, cuentan con un completo y asequible menú del día. Tampoco podía faltar, una carta de cócteles clásicos y bebidas premiums para alargar la sobremesa si la rotación de turnos lo permite, porque raro el día que no se llena el local.
* Fotos: Juan David Fuertes