Después de varios años viviendo en Brasil, dedicándose a la producción de carne, parece perfectamente normal que Javier Quintas, en su vuelta a España, se haya decidido a montar un rodizio brasileño, es decir, un servicio típico brasileño en el que las carnes se sirven en mesa cortándolas directamente del spiedo. El lugar elegido ha sido una acogedora esquina de la calle San Bernardo, en pleno centro de Madrid, y los espetinhos –plato que da nombre al restaurante– son, junto al rodicio, los reyes de la casa.
Para montar un rodizio queda claro que lo fundamental es la materia prima, que en este caso viene de la fábrica de Quintas en Brasil. Eso es porque ésta no se enmascara con fritos ni con salsas, se pone sobre la lumbre y se deja hacer con mimo y tiempo, así que si es buena, el plato es un diez. La ternera, el pollo, el cerdo y el buey encuentran su lugar en las brasas a la espera paciente del cliente. Hasta los dátiles y ciruelas rellenas de queso de cabra y enrollados en bacon se ensartan en una de esas espadas y se hacen sobre el calor. Después, ya en mesa, son servidos por expertos cortadores directamente en el plato.
Triunfan todas las carnes por igual, es por eso que uno de los reyes de la carta es la degustación de rodizio, en la que se prueban todas. En la barra y las mesas altas, estos espetones reducen su tamaño para convertirse en los espetinhos, unos pinchos más pequeños de cadera de buey, corazones de pollo, rape con verduritas al azafrán e incluso pulpo a la gallega. Y es que el amor de Javier por Brasil no desbancó al que siente por la gastronomía mediterránea. Por eso, en la carta encontramos guiños como las patatas bravas al estilo Los Espetinhos, la ensalada de burrata con vinagreta de tomate seco y rúcula fresca, los huevos rotos con foie micuit… Platos nuestros que se mezclan con dos entrantes muy suyos: la feijoada basileña con arroz y farofa –un guiso de frijoles y carne de cerdo en salazón, servido con arroz y farofa (harina de mandioca)– y la coxinha de frango –una especie de croqueta de pollo deshilachado y especiado, envuelto en una masa, empanado y frito–.
Los postres caseros ponen, junto la Caipirinha (entre otros cócteles) el broche final. El quindim, un dulce típico de coco; la piña asada con canela y azúcar moreno, también hecha al carbón; y los brigadeiros de coco o chocolate, unas trufas hechas con leche condensada, llevan el sello de Brasil.
Y todo en un local divertido. Porque puedes elegir comer en el Brasil cosmopolita o en el rural. El primero se encuentra en la planta baja, está decorado con gusto, obra del estudio Labmatic, recreando la naturaleza del país con las plantas que llenan el fondo del local. El segundo está en la planta de abajo y ha pintado sus paredes con el arte urbano de las favelas. Dos ‘brasiles’ a los que entregarse con los brazos abiertos y el estómago vacío.
* Fotos Paco Montanet.