Ponzano, la que se dice es la calle con más bares de toda Europa, cuenta con uno más en su lista: Toque de Sal. Los madrileños que, ávidos de una caña bien tirada y buenos aperitivos frecuentan la zona entre Santa Engracia y Raimundo Fernández Villaverde, cuentan ahora también con la oferta de este local donde se mezclan recetas tradicionales y platos internacionales que, eso sí, a nadie le parecerán desconocidos.
Entre sus paredes se combinan los azulejos blancos del Metro, espejos de diferentes estilos y tamaños, maleteros donde dejar el bolso más propios de un antiguo vagón de tren, una lámpara de araña que corona el comedor y paredes empapeladas con motivos de aves. La familia Bultó es la artífice de este pequeño bistró a la francesa. Una pequeña ‘casa de comidas’, que tiene la firma de Bruno Oliver Bultó e Inés Bultó Mata en la decoración, y donde Mercedes Bohórquez (mujer de Bruno) y José Maria Closa Moradell supervisan a cocineros y productos.
Toque de Sal se divide en dos espacios, uno de barra con mesas altas y un coqueto salón para unos 20 comensales. Abierto desde primera hora de la mañana, aquí se toman desayunos dulces y salados, se celebran reuniones de trabajo y se juntan jóvenes del barrio por las noches para cenar y tomarse alguna copa -los jueves, viernes y sábados el horario de apertura se extiende hasta las 2:30 de la madrugada-.
En su carta, recetas de aquí y allá como las berenjenas a la parmesana, los mejillones (de roca) a la belga (con salsa cremosa de puerro y nata) con sus indiscutibles patatas fritas o las albóndigas tal y como se preparan en el Hotel Riad Abracadabra que los Bultó poseen en Marrakech. También un ceviche de corvina que agradecerán quienes no están acostumbrados al pescado crudo (la maceración con el limón es más larga), un steak tartar para poco amantes del picante, o unos chupa chups de codornices con salsa hoisin, perfectos para abrir boca o acompañar en su barra a una buena copa de vino.
Aunque Toque de Sal se sale de la tónica general de la calle, más dada a las raciones y el buen cañeo, sus responsables saben que muchos de quienes la recorren llevaban tiempo esperando un local como este, con sus salvamanteles, sus cubiertos de plata -muchos de ellos recuperados de grandes hoteles y restaurantes del mundo- y su ambiente algo más refinado.
* Fotos Alfonso Ondarroa