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Comerse Alemania, un país más allá de la cerveza

Martín López

Todos tenemos claro que las más de 1.000 cervezas distintas que esperan en Alemania son motivos suficientes para querer aprender alemán en el extranjero y, cuando demos el salto, saber defendernos en la patria de Goethe más allá del ‘guten morgen’ y del ‘auf wiedersehen’ y, si somos foodies, lo vamos a agradecer.

Aparte de ser un paraíso para los beerlovers, Alemania no es un país que se quede atrás en lo gastronómico, ya sea en sus restaurantes con estrella Michelin como en su comida callejera y en las versiones más tradicionales. Seguramente, por ese influjo de lo francés, la cocina alemana haya pasado desapercibida para el viajero europeo, que piensa que no hay nada más allá del terreno de las salchichas.

Por suerte lo hay, y aunque la salchicha es la reina del cotarro de la streetfood (¿puede alguien no acordarse del currywurst, esa mezcla de salchicha y curry que atiborra puestos callejeros?), hay una Alemania que incluso en algunos rincones de Madrid se puede paladear con puridad como LeinerHaus (Calle Ballesta, 18), donde codillo, chucrut, salchichas, apfelstrudel y vermut dan la bienvenida al visitante, demostrando que no solo de rubias y espumosas se bebe y vive en el país germano.

Comerse Alemania, un país más allá de la cerveza

Sí, hemos dicho vermut, y es que el nombre de esta bebida, hoy bandera del aperitivo en ciudades como Madrid, deriva de una traducción de wermut (que significa absenta en alemán y que se utilizaba en las maceraciones de estos vinos especiados). No solo eso, claro. ¿Podemos imaginar el mundo de hoy sin hamburguesas? Posiblemente no, y aunque en muchos casos haya perdido su prefijo y se hayan convertido en simples ‘burguers’, la realidad es que el filete al estilo Hamburgo evolucionó hasta ser la reina del fast food que hoy, aún sin saberlo muchas veces, es un poquito alemán.

Como tampoco podemos olvidar, si somos muy panarras, que ese lazo que hemos creído 100% americano de pan salado y al que hemos conocido como pretzel no es otra cosa que la evolución natural del bretzel, el lazo ‘padre’ que los emigrantes alemanes se llevaron a América a finales del siglo XVIII y que, sin embargo, se llevaban consumiendo en Alemania desde la Edad Media.

Comerse Alemania, un país más allá de la cerveza

Incluso una bebida hoy tan de moda como es el Aperol Spritz no deja de ser una influencia germana, que vestida de una pátina de italianidad, ha acabado conquistando todas las fronteras cocteleras del mundo con sus toques anaranjados y su divertido amargor. La historia, de nuevo decimonónica, avala la devoción que siempre sintieron germanos y austríacos por las bebidas con gas. De ahí la palabra spritz, que cuando aterrizó en Venecia y conoció al Aperol y al prosecco, multiplicó su encanto y se expandió a lo largo ancho y del mundo.

Y eso que por el camino nos dejamos otros emblemas como la ensalada de patata, que no deja de ser nuestra particular ensalada campera; del codillo ahumado por el que hemos pasado de puntillas; del jamón de la Selva Negra, la otra forma de dar vidas a las patas del cerdo; de la no menos icónica tarta Selva Negra, o del Glühwein que seguramente hayáis disfrutado más de una vez como vino especiado y caliente en los mercadillos navideños que abarrotan toda Alemania, desde Baviera hasta los länder del norte, al mismo compás que marcan sus dulces christollen y que entre canela, jengibre y cardamomo cantan a la Navidad con los más sabrosos villancicos.

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