Nos ha costado clasificarlo. ¿Café? ¿restaurante? ¿bar de copas? Ya su nombre juega con la ambigüedad, The Toast (tostada/brindis), y por su apariencia podríamos adjudicarle cualquier sufijo. Era la intención de sus responsables, Bobi y Ryan, dos jóvenes (serbio, el primero, y norteamericano, el segundo), cuando crearon este espacio polivalente de decoración vintage -austera pero elegante- cuyo ambiente va transformándose según pasan las horas: desayunos internacionales, comida casera, meriendas, cenas a la carta, copas y conciertos por la noche… La fórmula, unida a su ubicación a medio camino entre Chamberí y Moncloa, le ha permitido conectar con un público heterogéneo y nada pretencioso que tampoco admite etiquetas.
En su carta, por tanto, un completo y extenso número de propuestas que tocan todos los palos. Para comenzar el día, repostería artesanal, pancakes y omelettes, a los que se añaden bagels y huevos benedictine los fines de semana para el brunch. A mediodía, un ligero y cuidado menú diario a precios asequibles. Y, por la tarde, tartas de zanahoria o chocolate, muffins (obligado el de plátano) y cookies para acompañar el café. Aunque lo que realmente triunfa aquí son las hamburguesas, elaboradas con carne de ternera ecológica de Salamanca aunque siguiendo una receta importada por Ryan de Chicago. A destacar, la Black & Blue, con queso de Cabrales y cebolla caramelizada, y la Big Apple, con cheddar, manzana y bacon. Si bien es verdad, tampoco desmerecen los sandwiches gourmet, como el Bhan Mhi, una fórmula vietnamita que contiene, zanahoria, nabo japonés y mayonesa de cilantro.
Para el ‘brindis’, cervezas con pasaporte, que para ello han procurado una selecta colección con casi una veintena de referencias, nacionales e internacionales. O cócteles de diseño, como el Cherry Cheesecake (nata, licor de frambuesa, vodka y galleta) o Moscow Mule (vodka y cerveza de jengibre), si lo que se pretende es alargar la noche. ¿Razones para hacerlo? El clima de cordialidad que se establece entre los presentes y los conciertos acústicos que, una vez retiradas las mesas, se celebran en su primer salón (rock, folk y blues, la noche de los sábados; american folk-session los domingos). Sólo apreciamos cierta desorientación entre el equipo de sala, que va en aumento conforme crece la clientela, pero se les disculpa por su amabilidad y buenas intenciones. En ese aspecto, necesita mejorar.
*fotos: Alfonso Ondarroa