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‘The Passenger’, el vagón del rock

Martín López

*** ESTABLECIMIENTO CERRADO ***

The Passenger, una de las canciones emblemáticas de Iggy Pop, da nombre a este espacio inspirado en un lujoso restaurante de tren de principio del siglo XX (firma el proyecto el diseñador Parolio). Un bar que reproduce en su planta superior un elegante vagón-comedor con paredes de madera oscura, cómodos e impecables asientos de cuero y amplios ventanales (tres pantallas sincronizadas sobre las que se proyectan imágenes grabadas por trenes reales en movimiento) a través de los cuales podemos ver paisajes urbanos y naturales de países tan distintos como Rusia o Japón, dos de sus itinerarios habituales.

Conducen este tren que sale cada tarde de la calle Pez el equipo de Pido No, con los actores Rodrigo Taramona y Jimmy Castro al frente, y el respaldo de los empresarios Miguel Pemán y Carlos Carrillo, responsables también de The Wall, una de las referencias hipster de Malasaña. Aunque si aquel fue ideado para un público ‘adultescente’, con devoción por la cultura de los 80, ahora admiten dirigirse a un público más adulto que, como ellos, ronda la treintena y disfruta de las cosas de otra manera. Lo que se traduce en café de calidad (para ello cuentan todas las tardes con la ayuda de la gente de Toma Café), menos cervezas pero más exclusivas, mayor surtido de destilados (ginebras, rones, whiskys) y cócteles de manos expertas (de ello se encarga el barman Antonio Oliver los fines de semana). Y para los domingos, lonche & ponche, una fiesta vespertina con picoteo, barra libre de ponche y música jazz en vivo.

La velocidad del convoy varía notablemente a lo largo del día. Más pausado, a ritmo de soul y jazz, a la hora del café y la cena (en la carta molletes, nachos con guacamoles, tablas de embutidos o quesos y algunas ensaladas, los mismos productos que ofrecería el snack bar de un tren). Y más rápido al anochecer, cuando el rock and roll es el que aviva el ritmo de la locomotora. Aquí suenan desde los clásicos de los 70 -muchos de los cuales aparecen retratados en trenes y estaciones en los fotografías que decoran el vagón- hasta las bandas más consideradas del momento, cuyos himnos suben de intensidad conforme avanza la noche. Cuando no, indie, hip hop o house de los 90 en las sesiones improvisadas que se celebran en ‘la cueva’, una especie de club subterráneo en el que sus viajeros se sumergen para realizar las últimas horas de trayecto. Llegados a este punto el destino ya es lo de menos; su deseo, que el viaje se prolongue el mayor tiempo posible.

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