Quien conoce Madrid sabe que su atractivo no solo está en sus increíbles edificios, su espíritu cosmopolita y su oferta de planes de ocio. También cuenta con rincones y jardines históricos que suman puntos a su ya de por sí encanto. ¡Qué bueno es disponer de zonas donde poder caminar tranquilamente en la naturaleza y darnos un soplo de aire fresco! No hay más que atender a sus grandes jardines; el Retiro, Casa de Campo o el Parque del Oeste son de los más conocidos, pero ¿sabías que en el norte existe un antiguo Palacio Presidencial cuyos jardines son de los más bonitos (aunque también desconocidos) de toda la capital?
Son los Jardines de la Quinta del Arco, situados en el distrito de Fuencarral – El Pardo, que, tal como puede deducirse, se trata de un imponente jardín alrededor de la antigua propiedad del Duque de Arco. La edificación nace en 1717 cuando el propio Alonso Manrique de Lara y Silva, primer Duque de la dinastía, manda construirla en la finca de Valderrodrigo. En los mismos años, la Duquesa de Osuna había levantado unos jardines para su residencia, el actual Parque de El Capricho, otra de esas maravillas naturales con las que cuenta Madrid. No era extraño que las altas esferas de la aristocracia adquiriesen una casa de campo en la que alejarse de la vida urbana y descansar en el medio natural. Por ello, el duque solicitaría que, junto a su nuevo hogar, se creasen también unos jardines a la altura de la belleza del edificio. Y así se hizo.
Jardines barrocos al estilo francés
Al haber sido anteriormente una casa de labranza, el entorno contaba con cultivos, viñedos, frutales, olivos; lo que no desentonaría con su posterior estilo barroco, al más puro carácter francés, en sintonía con los gustos del rey de la época e íntimo amigo del duque, Felipe V. Se desconoce la verdadera autoría del diseñador, pero los más nombrados son Esteban Marchand y Claude Truchet. Fuera quien fuese, el jardín se ideó en pura armonía con el entorno y, asimismo, con elementos que mezclaban estilos españoles, italianos y, los predominantes, franceses.
El agua fue uno de los recursos más importantes a la hora de estilizar el jardín; de ahí, la notoria presencia de fuentes, cascadas y el estanque de los Leones. También llaman la atención las coníferas (pinos, abetos, cedros) de gran tamaño. Por su parte, la arquitectura del palacete se inspiró en la del Palacio de la Zarzuela y su autor -que esta vez sí lo conocemos- fue Juan Gómez de Mora.
Vida convulsa y reformas tras la contienda
Cuando falleció el duque Alonso, su esposa decidió donar el espacio a la Corona, que lo incluyó en el Real Sitio de El Pardo. En 1935 fue declarado Monumento Nacional por su gran riqueza natural. Pero su historia, desde entonces, fue bastante convulsa: a mediados de la década de los 30 el palacio se convirtió en el lugar de residencia del presidente de la Segunda República, Manuel Azaña. Allí mismo le pillaría el golpe de estado de 1936. Durante el transcurso de la Guerra Civil, fue ocupado por la Quinta División del Ejército de la República, lo que lo convirtió en un punto clave para las tropas nacionales. El enclave pasaría por varias reformas y, en 1942, Franco mandaría convertir el palacio en una academia femenina de música, cultura y bellas artes.
Si acudimos hoy allí, lo que encontraremos será el precioso jardín perfectamente conservado, un Colegio Público Especial (La Quinta) en la casa de oficios, y el palacete, que puede alquilarse para eventos. El jardín puede visitarse gratis todos los días, pero nosotros recomendamos los sábados o domingos por la mañana, días en que se ponen en marcha las fuentes. ¿Y qué mejor que disfrutar de la naturaleza en su máximo apogeo de belleza?
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