El destino ha hecho un auténtico encaje de bolillos hasta que ha conseguido unir a un apasionado de Malasaña con uno de los locales míticos del Madrid de los años 80: El Parnasillo (cerrado desde 2015). El local, una taberna de esas que nacieron para acoger tertulias de literatos y de artistas de la Movida –el Teatro Maravillas está justo al lado–, resurge rebautizado como Varsovia Cocktail & Bar, abierto durante todo el día, desde el vermú hasta la hora más canalla de los cócteles.
Raúl Saldaña, madrileño de nacimiento y malasañero de pro, siempre ha estado vinculado al barrio –durante años ha estado tras la barra del Vacaciones– y sabía que antes o después tendría su propio bar aquí. Lo que no imaginaba era que tomaría las riendas de uno con un pasado tan interesante y con una historia tan entrelazada con la suya propia: la taberna se encuentra en el número 33 de la calle San Andrés, casualmente su número de la suerte; pero hay más, porque el mismo día de su nacimiento –15 de julio de 1979– El Parnasillo sufrió un fatal atentado en el que murió una joven de nombre Salomé; y ahí no acaba la casualidad, porque resulta que Raúl lleva tatuado el mito de Salomé en su brazo derecho.
Coincidencias o no, queda claro que ambos estaban predestinados. Y resulta lógico que no haya querido modificar apenas la estética de café literario modernista que todavía hoy conserva el local: continúan los sofás de terciopelo rojo, las mesas de hierro y mármol, las paredes forradas con zócalos de madera y las lámparas de principios de siglo originales, ahora reubicadas en los salones interiores, donde son las absolutas protagonistas. Lo que sí ha hecho ha sido potenciar la estética con solera –sobre todo en la fachada– y el ambiente canalla en el interior; de hecho, una de las salas conserva ese aire de clandestinidad, pero con una estética más fresca y luminosa en la que ha sustituido los espejos de la pared por un papel pintado en tonos verdes. Este es, quizá, el espacio más curioso del local, pues tiene acceso propio a la barra desde el interior; es perfecta para organizar eventos y celebraciones privadas.
A la hora del aperitivo, con un vermut de grifo, un vino de autor o una caña bien tirada de por medio, desfilan por su barra desde los parroquianos de toda la vida que adoran esta segunda etapa de El Parnasillo hasta los nuevos clientes, muchos de ellos amigos y conocidos del barrio. De acompañamiento para los tragos, raciones para compartir, como sus conservas gourmet de La Brújula –deliciosas las anchoas, que aquí sirven con fresas–, tablas de quesos y embutidos, cazuelitas de sobrasada y hasta tostas recién hechas. Por cierto, que nadie busque la carta, aquí las consumiciones se anuncian en cuadros que cuelgan de las paredes, como en los bares de antaño.
Y aunque cualquier hora del día es buena para tomarse uno de sus cócteles, el momento idóneo es cuando asoma la noche, a elegir entre siete combinaciones clásicas –Old Fashioned, Bloody Mary, Margarita…– y otras de autor como el Hot Ángela. Así se remata la noche malasañera, que aquí aguanta hasta pasadas las dos de la madrugada a ritmo de buena música: desde el pop de los Beatles hasta el sonido punk de Joy Division y de los enérgicos AC/DC, sin descuidar cantautores al estilo de Sabina, la música disco de los 70 o incluso el flamenco de Camarón. Porque la clave está en la calidad: si es bueno, tiene un momento asegurado en las noches canallas del Varsovia.
* Fotos Paco Montanet