Harrison 1933. Un nombre y una fecha. Esas son las referencias que hay que recordar. Poco más. El nuevo cocktail bar de Larrumba mira levemente al pasado, hasta los tiempos en que la Ley Seca finalizaba, para reencontrarse con la fiesta y el buen beber. Detrás está Carlos Moreno, el bartender que ha reinventado los tragos en Madrid: desde su paso por O’Clock hasta su posterior bautizo en las barras de Perrachica, Habanera y Catarsis. Una escuela singular, donde historia y divertimento conviven con tragos muy bien elaborados.
“Queríamos recrear un espacio elegante pero actual. Mi forma de ver la coctelería es así, con muchos puntos de unión en los que pasarlo bien, sin dejar de lado el producto de calidad”, dice Moreno, detrás del mostrador, dirigiendo a un equipo que se mueve en perfecta sincronía. Atención y trato siempre en primer plano.
Harrison se encuentra en el número 16 de la calle Recoletos, muy próximo a la Puerta de Alcalá, la vía más gastronómica de la zona, con Noi, Taberna Pedraza, Pelotari o La vaca y la huerta a escasos cien metros. El local ya apunta maneras desde el exterior, con un amplio ventanal que permite llevar su vistoso salón enmoquetado casi hasta la calle. Mesas bajas, sillones orejeros, luces tenues y una amplia barra con sus taburetes es lo que puede verse según se entra. Su estilo recuerda a aquellos clubes ingleses de los ochenta, pero completamente revitalizado y actualizado. Un acierto.
Seguidamente, la carta. Una selección de 15 cócteles de autor, ofreciendo variaciones de recetas más o menos conocidas pero siempre con el toque característico de Moreno. Aquí con las bellas artes como eje conector, del cine a la arquitectura, pasando por la pintura o la música. Su trago estrella es el Bohemian Rhapsody, en homenaje a Freddie Mercury, que viene acompañado con un piano de juguete. La sensación de todas las mesas. Al lado, una reinvención de un gin fizz, algo más especiado y afrutado de lo habitual. Ginebra, falernum de Zanzíbar, lima y una soda casera de inspiración india.
A Carlos le gusta impresionar. También ir un poco más allá con sus elaboraciones. “Para los cócteles de la carta tenemos 110 producciones diferentes. Hacemos dos sodas distintas, seis bitters, un montón de destilados, mieles, jaleas, crujientes”, enumera con orgullo. Harrison es el juguete que siempre había querido tener. “Todo lo que he aprendido en mis últimos 20 años de carrera está en este bar”, sentencia. ¿Más bebidas? Un My Way, hecho para los enamorados del whisky, el vermut, la cerveza negra y el chocolate; un Cadena Perpetua, elaborado con tequila, lima y té de guisantes; o un Como el agua, que nos lleva hasta el año 1981, cuando Camarón, Tomatito y Paco de Lucía compusieron este tema; infusionan el vermut con eucalipto y aceitunas malagueñas y presentan un gimlet de aire sureño.
A las creaciones de Moreno y su equipo hay que añadir unos cuantos clásicos reversionados. Una virguería que siempre se agradece. Ahí se puede encontrar un Manhattan con cacao, un Daiquiri con dulce de pomelo, un Negroni con frutos rojos caramelizados o un Bloody mary con salsa de escalivada. Este último, reconfortante, sabroso y con ese punch especial que le da el chile que utilizan. Acompañando, siempre un buen picoteo. Fácil y reconfortante: gildas donostiarras, ostras de la ría, laterio variado —imprescindibles las navajas de José Peña, el maestro conservero gallego—, mollete de pringá, bikini de cecina —mucho más contundente que el mixto de siempre—, ensaladilla rusa con gambas…
Pero, si lo que se quiere es encontrar un refugio donde bailar y reunirse con los amigos, la planta baja es el lugar. Un espacio de ladrillo visto, con el techo abovedado, diferentes estancias bien compartimentadas, barra independiente y un pequeño púlpito para el DJ. Sobra decir que se pone hasta arriba todos los fines de semana. Un público elegante y curioso, que no pierde la ocasión de conocer y disfrutar de lo que este bartender madrileño, formado al calor de Abraham García (Viridiana) y Dabiz Muñoz (StreetXO), es capaz de ofrecer.