Tiene aspecto de barbería vintage, aplica rigurosamente las técnicas de los barberos de toda la vida y posee alma de club social, con su barra, sus cócteles, su arcade y su billar incluidos, entre otras muchas cosas. Así es Compadre Barber’s Club, un multiespacio lleno de tradición en el corazón de Chueca. ‘Moderno’ o ‘hipster’ pensarán algunos, pero guarda tanta verdad en su filosofía y tanta historia en sus creadores, que es imposible encasillarlo en una moda; se trata de un espacio donde el tiempo se ha detenido y sólo avanza para mejorar en sus costumbres.
Y esto es casi literal, porque su impulsor, Alejandro, ha conocido de primera mano lo que era una barbería auténtica, de esas en las que no hay maquinillas y el resultado es sólo obra de las manos artistas del barbero. Su abuelo –cuya foto preside el espacio– era un hombre de largos bigotes que se acicalaba a diario con el cuidado y el tesón de quien sabe la galantería y la distinción que aportaban a un rostro. Él y toda una familia ligada a la peluquería han inculcado en Alejandro el gusto por el trabajo manual bien hecho y la recuperación de las técnicas de las barberías antiguas, y justo así es como se hace en Compadre. La innovación está en la ampliación del ritual más allá de la peluquería y el cuidado de la barba, pues los hombres –y sólo los hombres– podrán disfrutar de unas sesiones completas con mascarillas faciales, tratamientos corporales, masajes, manicura, pedicura e incluso fisioterapia.
Cócteles, música y mucho más
Mientras esperas, la barra queda abierta para degustar alguno de sus combinados y cócteles clásicos –no podía ser de otra manera–. Para quienes ya hayan sucumbido a la moda traída del otro lado del charco, un Pisco Sour, delicioso, ligero y fresco. Para quienes no quieren moverse de los más clásicos, el Negroni, el Manhattan, el Cosmopolitan y toda una lista de imprescindibles. Los puedes tomar en la misma barra, en su zona de lectura, en su terraza o en la planta baja, donde los amantes de los juegos clásicos van a encontrar un billar y una antigua máquina de arcade. Y eso no es todo, ya que el espacio acoge cada mes conciertos –de jazz, blues, soul…–, catas de puros y se presta a ser reservado para fiestas privadas, ya sea sólo la planta de abajo o el espacio completo.
Y es que su estética es como un imán para curiosos y buscadores de la diferencia. Cuando cruzas su terraza y entras al local te encuentras con una vitrina llena de productos exclusivos para el cuidado de la barba –todos a la venta–. Ésta da paso a un espacio de sofás de skay, presidido por una cabeza de ciervo, autógrafos reales de viejas glorias de Hollywood, una moto y la barra. Todo allí te transporta a otra era y se debe a la mano y al buen hacer del decorador Guille García de la Hoz y a las reliquias de familia que Alejandro guardó con mimo en su baúl de los recuerdos. Objetos que vivieron otras vidas, los únicos que pueden dar esa atmósfera tan particular a un local que trasciende modas para recuperar y honrar la profesión del barbero.