En pleno centro de Madrid, a escasos metros de la plaza de Callao, se encuentra una puerta a través de la cual podremos viajar en el tiempo, concretamente al año 1920. Para emprender el viaje solo hace falta llamar al timbre y facilitar la contraseña a la persona que nos pregunte tras la mirilla. Una vez dentro, debemos seguir a nuestro guía y atender bien sus indicaciones pues entramos en un club clandestino al margen de la ley; igual no te habías dado cuenta, pero has retrocedido justo al año en que se dictó la Ley Seca en EEUU y el consumo de alcohol está absolutamente prohibido. En este bar secreto vas a poder echar unos tragos sí, pero siempre con mucha discreción y ocultos en el interior de otros objetos que permitan engañar a los federales en el caso de que irrumpan por aquí.
Estáis cometiendo una ilegalidad, pero tranquilos. El artífice de este speakeasy, Yerai Monforte, y su crew lo tienen todo controlado pues «oficialmente» el local opera como un negocio de exportación de artículos hechos en EEUU. Así que lo mejor es tomar asiento y pedir uno de los geniales combinados que aquí se sirven. En los años de la Prohibición no se bebía alcohol de calidad, pero la banda de Bad Company 1920, como se conoce a este escondido lugar, ha conseguido hacerse con un excelente botellero para poder ofrecernos un admirable repertorio de cócteles que -podemos asegurar- se encuentra entre lo mejorcito de la ciudad. Para guiarnos en nuestra elección nos brindan un pliego con el listado de todos sus combinados en el que también se incluye un mapa orientativo donde los distintos sabores ejercen de puntos cardinales (fuertes, amargos, especiados, cítricos, dulces, etc.) y podamos así escoger la fórmula que más se adecúa a nuestras preferencias.
CÓCTELES EN RECIPIENTES PARA DISTRAER
Aunque si lo que buscas es una sugerencia que te sorprenda, también puedes pedir ayuda a la banda que capitanea Yeray (los reconocerás por su indumentaria, muy al estilo ‘Peaky Blinders‘) para que te asesoren qué elegir entre la veintena de brebajes que se describen en el pliego-carta. Como comprobarás, todos ellos llevan nombres de inventos y objetos pertenecientes a personajes relevantes de la época (Coco Chanel, Pio XI, Reina Victoria, Marie Curie, Heminghway, Rockefeller) que son los que efectivamente llegan a la mesa. Aunque todos ellos camuflan, de una manera u otra, un estimulante cóctel. Así podremos ocultarlos rápidamente en el caso de que la policía haga acto de presencia. Por ejemplo, si pides un Huevo Fabergé del Zar, efectivamente, te llevarán a la mesa una reproducción de los lujosos huevos de Pascua de la familia imperial rusa aunque, si lo abres, descubrirás en el interior un delicioso cóctel afrutado con vodka, helado de vainilla, kefir de mascarpone y cordial de frambuesa.
Algo similar ocurre con El Hacha de Carrie (nombre de la temida activista a favor de la prohibición del alcohol), en cuyo mango se esconde un pequeño frasco con de los cócteles más logrados del speakeasy; es una especie de Negroni sin vermut (con tequila, mezcal, amargo de angostura y cordial de madera) que consigue que a cada trago percibamos en nuestro paladar la secuencia amargo-dulce-cítrico-espaciado, ¡alucinante!
También puedes hacer como que pides algún recuerdo perteneciente a Bonnie and Clyde y que te hagan entrega de un pequeño saco de dinero perteneciente a la pareja de atracadores, en cuyo interior se esconde una de las fórmulas cítricas y dulces más ingeniosas de la casa, a base de tequila, mezcal, cordial de guacamole y tepache (bebida fermentada de origen mexicano) de piña y maíz. Aunque para pasar desapercibido completamente también puedes solicitar El Proyectil de Lancelot, una original mezcla con Bourbon, cordial de setas trompetas de la muerte y cerveza IPA, a la que podemos añadir pólvora de ceniza al gusto; este es uno de los cócteles más especiales, con un singular sabor ácido-terroso que, igual, no es apto para los paladares más conservadores, aunque los más atrevidos seguro sabrán disfrutarlo.
Bad Company 1920 también es un destino recomendable para aquellos que, además de buenos tragos, buscan que les deslumbren con la puesta en escena. En ese caso, recomendamos elegir la Boina de los Peaky Blinders: un cóctel con whisky, bitter de tabaco y sirope de agua salada que llega escondido en una «gorra cegadora» en la que se ahuma el combinado con humo de roble americano en nuestra mesa antes de que podamos tomarlo. O La Bombilla de Thomas Edison, un sorprendente combinado que antes de tomarlo -y para que se puede iluminar- requiere que tomemos previamente un bitter de flor eléctrica… (preferimos no contar más para mantener el efecto sorpresa).
IMPRESCINDIBLE CONTRASEÑA
La carta de cócteles se complementa con unos sencillos pero gustosos divertimentos culinarios (Pollo frito con salsa BBQ, Hot dog, sandwiches de pollo braseado o dados de salmón) que vienen muy bien para amortiguar los tragos u organizar -sucederá con frecuencia- una cena improvisada. Platos de finger food que ya les hubiera gustado encontrar a los americanos en los bares clandestinos de por aquel entonces, en los que tampoco sonaba música tan buena como aquí: clásicos del soul y el R&B, éxitos de la Motown o covers en clave swing de éxitos pop que vienen como anillo al dedo a un público con ganas de relajarse y pasarlo bien, que es en definitiva de lo que se trata.
Esa es también la razón que llevó a Yeray Monforte, la cara más visible de Bad Company 1920, a dejar Barcelona para embarcarse en este singular proyecto junto a los también bartenders Román Vilá y Santi Ortiz. Un eficaz equipo que va a dar mucho y bien que hablar en la capital, con esta singular propuesta para viajar, cóctel en mano, en el tiempo. Viaje que, por cierto, solo podréis realizar facilitando la contraseña que, cada mes, indican en su cuenta de Instagram; de otra manera, olvidaos de entrar.
EL IMPRESCINDIBLE… Esta vez no nos mojamos; que lo determine cada uno en función de sus preferencias. Opciones hay para todos.
FÍJATE EN… La pizarra con las normas de la casa en las que se burla de las prohibiciones de la Ley Seca y sus defensores,