*** ESTABLECIMIENTO CERRADO ***
Algunos de los lugares más visitados de las ciudades guardan, en ocasiones, pequeños secretos dignos de ser descubiertos. El Real Jardín Botánico es el cuarto museo más importante de Madrid en número de entradas. Camuflado entre su vegetación y totalmente integrado en uno de sus edificios más emblemáticos, el ‘Pabellón Villanueva’, declarado edificio de interés singular, se encuentra La Cátedra, un espacio reconvertido en tienda y cafetería, con su propia terraza en el jardín.
La sala, de diseño minimalista e inundada de luz natural gracias a sus altos techos, ha sido intervenida por Gärna Studio, respetando la arquitectura original del edificio y el ambiente del Botánico. Así, destacan los materiales nobles, como el mármol blanco natural con vetas grises y la madera de roble, y un mobiliario modular, que puede colocarse según las necesidades de la tienda. Al fondo, la cafetería, con una pequeña barra, vigila el espacio.
COMIDAS CON ENCANTO
Precisamente, la cafetería y la terraza están pensadas para que los visitantes del Jardín Botánico puedan iniciar tranquilamente su visita después de un desayuno, realizar una pequeña parada para reponer fuerzas, merendar o comer. Todo con una selecta carta de productos gourmet de los mejores proveedores, ya que no dispone de cocina. Para desayunar o merendar, ofrecen cafés ecológicos, refrescantes zumos naturales, esponjosos bizcochos, como el de frambuesa, la tarta del día o cookies, que prepara el catering ‘Comiendo Fino’, con leche vegetal apta para veganos. Para quien prefiera lo salado, la carta incluye tablas de jamón ibérico Julián Becerro D.O. Guijuelo y una selección de quesos españoles artesanos de Martín Afinador, acompañados con picos y regañás selección gourmet de David de Castro.
Para comer, se puede optar por un Bocadillo de jamón con pan de masa madre u, otra buena opción, la Quiche del día. En este caso dependerá, claro, del día, pero puede tocar de espinacas, de jamón, o una deliciosa combinación de aceitunas y alcachofas, siempre acompañada con una ensalada de rúcula y tomates cherry. O una Ensalada de ventresca de atún claro ‘La Brújula’ con cherry, rúcula, cebolla roja y pimiento. En la carta de vinos se encuentra una pequeña selección de caldos producidos en pequeñas cantidades, como el Pegaso Zeta 2015, de Cebreros, Ávila.
TIENDA PARA TODOS LOS GUSTOS
En la parte de la tienda predominan los libros. En ella se encuentran volúmenes sobre naturaleza, jardinería, ecología y paisajismo, tanto para adultos como para niños. Pero no solo eso, ya que este es el espacio ideal para los amantes de la botánica, que podrán hacerse con todo tipo de productos relacionados con la naturaleza. Por ejemplo, jarrones de Sargadelos con motivos florales o figuras de animales; kokedamas con cerámicas hechas a mano, que albergan en su interior una placa fotosensible que, al morir la planta, plasma una imagen que refleja su energía durante su vida; bisutería fabricada en resinas y madera con lacado japonés; mochilas y carteras hechas a mano; bolsas fabricadas con textiles orgánicos y naturales; y un largo etcétera de productos españoles.
Así, La Cátedra le da una vuelta a la habitual tienda de regalos de museo, con un contenido de calidad, para todas las edades y para todos los gustos. Como curiosidad, a quien la visita le pica el gusanillo de las plantas. ¿Uno de los libros más vendidos? ‘Un mini huerto original’, de Serge Schall, una guía para montar en casa un huerto urbano ¿El mejor lugar para comenzar a leerlo? En la terraza de la cafetería, contemplando el Jardín Botánico mientras pasas sus páginas.
Para aquellos que deseen acceder a La Cátedra sin visitar el Jardín Botánico (y sin pagar la entrada), existe la posibilidad de adquirir una tarjeta anual.
EL IMPRESCINDIBLE Es el Pastel Cordobés, un hojaldre con jamón ibérico y cabello de ángel.
FÍJATE EN… Las láminas con imágenes de plantas que encontrarás en una de las esquinas de la tienda. Son réplicas exactas de algunas de las que el botánico José Celestino Mutis y un grupo de pintores botánicos y científicos dibujaron de aquellas especies desconocidas hasta entonces que encontraron durante una expedición al Reino de Nueva Granada, la actual Colombia, a principios del siglo XVIII. Los originales se guardan, junto a unas 6.000 ilustraciones más de aquel viaje, en los archivos del Real Jardín Botánico.