*** ESTABLECIMIENTO CERRADO ***
Se presenta como El Fabuloso Coconut Bar para dejar bien claro el parentesco con su predecesor, con el que comparte propietaria, barrio y hasta perfil de público. Es el nuevo proyecto en Madrid de la siempre enérgica Silvia Superstar, ex Aerolíneas Federales y Killer Barbies, ahora al frente de Silvia Superstar & Los Fabulosos, y uno de los nombres con más tirón en la noche madrileña con las dos versiones de El Fabuloso, bar (calle Estrella, 3) y club (los viernes en Charada ClubDeBaile; calle La Bola, 13).
Éste, en cambio, nace orientado al horario de tarde-noche donde quiere convertirse en sitio de encuentro a la hora del café, las cervezas con los amigos entre semana o las primeras copas del fin de semana, cuando lo que nos interesa todavía es una buena conversación y disfrutar de una copa servida en condiciones. Por supuesto, con el característico sello de Silvia que ha optado por una escenografía rompedora, muy lejos de los locales de diseño o de estética vintage imperantes en el centro. El local, de dos plantas, se divide en diferentes estancias, algunas de decoración tiki-hawaiana (sillas de mimbre, palmeras de plástico, suelo de baldosas de pizarra) y otras inspiradas en la cultura americana de los años 50 y 60 (en el mobiliario, auténticas joyas importadas de Los Ángeles, Las Vegas o Vigo), décadas a las que pertenece buena parte de su banda sonora (soul, surf, doo-wop, rhythm & blues).
La carta es más bien limitada, pero nada desdeñable: batidos king size (han puesto receta al 5 Dólares que toman los chicos de Pulp Fiction), tortitas con nata y chocolate y tartas caseras (zanahoria, american cheese cake y brownie con helado de vainilla) para la hora de la merienda; para la noche, unos nachos con guacamale por si apetece algo de picoteo, cerveza (Estrella Galicia, que para eso la anfitriona es de la tierra) y los esperados cócteles tropicales (mojitos, daiquiris, tequila sunrise). Un concepto que gusta tanto al público hipster que se mueve por Malasaña como a la gente que visita las salas de teatro y conciertos de la zona, para los que Coconut se ha convertido en desembocadura natural tras el fin del espectáculo.