*** ESTABLECIMIENTO CERRADO ***
‘Petisco’ es un término gallego-portugués que significa bocado, aperitivo o tapa. Una expresión popular que Pepe Solla (una estrella Michelin con el restaurante Poio, Pontevedra) ha querido traer a Madrid para definir su nuevo proyecto gastronómico, con el que quiere invitarnos a picotear de diferentes bocados llegados del Atlántico. Es un tipo de cocina sencilla pero de calidad y con un formato más cercano e informal, libre de etiquetas, donde podamos disfrutar con total libertad de la riqueza de la gastronomía gallega. Atlántico Casa de Petiscos, como así se denomina el segundo proyecto del chef gallego en la capital, se descubre de esta forma como el hermano menor del ya consolidado Atlántico de la calle Velázquez, su casa de comidas que actualiza la cocina gallega con agradecidos puntos viajeros.
La ubicación de esta ‘Casa de Petiscos’ no podía ser más adecuada: un luminoso esquinazo en Menéndez Pelayo, una calle frente al Retiro rebosante de establecimientos dedicados al tapeo y el buen comer, a los que este pequeño local inspirado en un mercado gallego se suma aportando variedad y sabor a mar. Algo que percibimos nada más entrar en el espacio, de hormigón armado y ladrillo visto, con mesas altas y taburetes de madera, y decorado con farolas de muelles pesqueros, cangrejeras y, cómo no, pizarras dónde se anuncian los platos que ese día -ya sea por temporada o por la calidad del producto recibido- pueden pedirse en cocina.
Pero más allá de la estética y los formatos, aquí lo que importa es el producto, de una calidad incuestionable y que termina por dar todo el sentido a este espacio. Lo comprobamos en platos como el Aguachile de pulpo, una particular versión del ceviche elaborado a la mexicana con lima, aguacate, pepino, cilantro y jalapeño; Mejillones aromatizados con curri verde, un clásico de la gastronomía gallega que cambia el limón habitual por la salsa tailandesa; o un estimulante Tartar templado de gambas con salsa de setas. Además, en la carta encontramos algunos hits de la gastronomía gallega, como la empanada, un plato que Solla se ha propuesto -y de sobra lo consigue- dignificar, con algo más de mimo y una cuidada selección de los ingredientes, o ya en el apartado carnes, que también lo hay, la Oreja crujiente y dulce, un plato cargado de tradición al que se aplica un irresistible twist de vanguardia.
De lunes a viernes, es posible disfrutar de su propuesta en un menú del mediodía personalizado (tres platos a elegir + bebida), menú al que se ha llamado Finisterre y que siempre conviene acabar con algún bocado dulce como la bica, el tradicional bizcocho casero que sería imperdonable no incluir en su oferta. Al igual que los vinos gallegos (oferta breve, pero acertada) sin lugar a dudas, mucho mejor opción que la cerveza elegida para la barra del local; para algo, también, estamos en un rincón que mira a esa tierra mágica.
*Fotos: Claux Madrid