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‘Bocacalle’, el street food se sienta a la mesa

Noelia Santos

*** ESTABLECIMIENTO CERRADO ***

Este local ha pasado a ser: CRIPEKA

Cuatro amigos de la infancia a quienes les une su pasión por la gastronomía son los impulsores de Bocacalle, un restaurante de espíritu muy informal y cocina de esencia street food abierto junto a la plaza de Santa Bárbara. A estas alturas de la tendencia, (casi) nadie se atrevería a confundir comida callejera con fast food, pero por si acaso, merece la pena decir que lo de este restaurante tiende más hacia una cocina de materias primas singulares y de calidad, ejecuciones trabajadas y presentaciones muy cuidadas, lo que no significa que no se pueda comer con las manos. Todo lo contrario, porque lo que aquí se cuece es diversión pura.

Para que nos entendamos, entrar en este restaurante se parece más a salir a la calle. Así lo han querido estos cuatro amigos, ayudados por el estudio de interiorismo y arquitectura More & Co, el mismo de El Huerto de Lucas: suelo de baldosas como las que vemos en las aceras -estas son ecológicas, idénticas a las que hay en el Kursaal de Moneo-, murales intervenidos por Boamistura y una cocina showcooking en el centro del salón como la de un puesto de comida en plena calle, solo que aquí se practica cocina de autor, con una carta gamberra hasta en los nombres de los platos, pensados en su mayoría para compartir y comer con los dedos.

Los firma Dani Álvarez. Él es el jefe de cocina (ha trabajado con algunos de los grandes, como Berasategui o Pablo Solueta), creador de propuestas como el capricho ahumado de sardina flambeada delante del cliente, el fish and chips de cazón en adobo o el ‘estofadog’, el plato que está rompiendo moldes: se presenta en formato hot dog, compuesto por una salchicha artesana moldeada a mano -y sin tripa- de carrillera de cerdo cocinada a baja temperatura durante horas.

A pesar de su carácter desenfadado, sus creaciones destilan también un cierto aire a tradición; como se percibe en las samosas aragonesas rellenas de pollo al chilindrón; y algunas notas de cocina de vanguardia, como en el risotto oceánico hecho con plancton marino. Y para el postre, un toque casero y familiar, el de la tarta ‘a la abuela le gusta el queso’, elaborada siguiendo la receta de la madre de Nacho, uno de los socios, pero más sofisticada y presentada en tres texturas.

Pero como sucede en la calle, aquí también hay sitio para momentos más íntimos, con espacios menos bulliciosos y alejados de los fogones -aunque hay que decir que, gracias, a la tecnología, la cocina a la vista de Bocacalle no molesta ni por el ruido ni por el humo, ni siquiera a los comensales más próximos-. Para eso está  la ‘boca’, un salón recogido  y acogedor decorado en tonos rojos; y para grupos o reuniones privadas, un espacio en la planta baja. Por su ubicación en el barrio de Salesas, punto neurálgico del ambiente nocturno de la ciudad, lo habitual es que cualquier cena en Bocacalle termine con la primera copa de la noche. Plan irrechazable para una ciudad como Madrid que no descansa nunca.

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