‘Un café, por favor’ es una fórmula que se queda muy corta en Toma Café 2. Aquí merece la pena tomarse un momento para decidir cuál de sus cafés de tueste propio te apetece más y de qué forma quieres tomarlo. Los que ya conozcan el originario Toma Café de Malasaña, intuirán por dónde vamos (aunque hay novedades). Aquel café montado en 2011 por Santiago Rigoni y Patricia Alda, cafeteros inspirados por el culto a esta bebida en los corners neoyorkinos, continúa expandiendo su cultura con un nuevo miembro en la familia, esta vez en la calle Santa Feliciana. Pero como no sólo de cafés vive el hombre, en su barra encontrarás a diario tartas y bizcochos caseros, y en su carta, tostas que dan fe de la entrega al producto y la búsqueda de lo diferente.
Empecemos por los cafés. La variedad es muy amplia (etíopes, arábigos, hondureños, ruandeses, congoleños…) y crece con cada descubrimiento de Santiago y Patricia, que aprendieron a identificar cada uno de ellos y a tostarlos en su almacén para conseguir el mejor sabor. En la carta los encontrarás divididos en tres secciones –negros, blancos (con leche fresca) y fríos–, y en cada sección hasta seis formas de tomarlos, de los clásicos espressos y cortados, al Orange Capuccino o el Afogatto, un shot espresso servido sobre una bola de helado de vainilla o sobre una de Pedro Ximenez. Si no te decides, coméntales tus gustos en la barra y ellos te recomendarán tu café.
Y ahora, pasemos a la comida. Para los que optan por el dulce para calmar el gusanillo, su barra cuenta con tartas y bizcochos caseros traídos del obrador del primer Toma Café, que van cambiando según la creación del día –siempre tienen una opción sin harinas y vegana–, además de las granolas y los puddings de chía. En lo salado viene la sorpresa, porque innovar con una tosta como base parecía difícil, pero aquí lo consiguen. Los clásicos encontrarán su lugar entre las de aceite, las de tomate y jamón ibérico y las de mermelada. Pero aquí la reina es la de Mantequilla, ajo negro y limón quemado, mezcla bien los ingredientes y tendrás un bocado con contrastes ahumados, cítricos, herbales y con un puntito dulce muy interesante. Le sigue la de Aguacate con queso crema, hierbas, sésamo y lima sobre los que descansa una fruta de temporada (granada, fresas…), muestra de que aquí todo el producto es fresco y especialmente seleccionado por ellos mismos. La de Tomates rehidratados en aceite de oliva virgen extra con ricotta y tapenade, bien mediterránea, es siempre un acierto. Todas se pueden pedir en un pan sin gluten casero, esponjoso y lleno de sabor que nada tiene que ver con los habituales. Si quieres acompañarlos de otra bebida, opta por una creación diferente como la Chicha morada, una bebida peruana a base de frutas naturales y maíz morado que hacen ellos mismos.
El objetivo es expandir los horizontes del café, por eso en la planta de abajo imparten talleres, cursos y catas de café que anuncian en sus redes sociales. En la planta a pie de calle –sencilla y perfecta para trabajar o compartir un café con amigos– y en su terraza durante la época estival, podrás probar sus creaciones. También tienes la opción take away, lo importante es que tomes un buen café y no como costumbre, más bien como ritual.
* Fotos Paco Montanet.