‘Pum Pum Café’, la cafetería eco de Lavapiés
Un brunch ecológico, con alma bio y filosofía vegana al estilo de los desayunos continentales de grandes hoteles del mundo. Y de lunes a domingo, no sólo los fines de semana. Esta es la propuesta de Pum Pum Café, el nuevo rincón tranquilo de Lavapiés, una antigua carnicería de 1800, irónicamente reconvertida en templo vegetariano, donde trabajar con el aroma de una buena taza de café.
El local, sin puertas ni carteles, está prácticamente integrado en esta zona bohemia que une el triángulo de las galerías, la Tabacalera y la Casa Encendida, la más auténtica y favorita de artistas y estudiantes extranjeros. Entre paredes desconchadas de ladrillo visto, pizarras con mensajes y muebles de viejas escuelas, los dos hermanos argentinos que se encuentran al frente de Pum Pum han levantado su propio altar en honor al café de calidad, ese que les gusta tomar durante sus múltiples viajes y que les cuesta tanto encontrar en una ciudad como Madrid. El café que sirven es ecológico, está recién tostado y molido y procede de un pequeño productor madrileño. Además, es estacional, la oferta va variando según la región y sus meses de producción. La leche llega cada día desde la sierra madrileña, recién ordeñada. Se nota porque no es necesario añadir azúcar al café, a pesar de contar con un mueblecito para refill de azúcar de caña y panela. Aquí lo normal es pedir el café de filtro (para lo que cuentan con Chemex y otras cafeteras especiales), pero si nos gusta exprés, la Marzocco, una máquina exclusiva que se hace bajo pedido y que sólo operan baristas, se encarga de dar forma a la taza de café perfecta. Su sabor, de una u otra forma, es sencillamente espectacular.
El café es eje de Pum Pum, pero todo en su carta es igual de ecológico, bio, responsable y, sobre todo, honesto. Aunque no lo diga en ningún sitio. No hay carteles que indiquen que los productos son orgánicos, tampoco tienen teléfono fijo ni aceptan reservas. Los dueños consideran innecesario anunciar nada porque para ellos así de deberían ser naturalmente las cosas en una cafetería o un restaurante. Siguiendo con esta ética, todos los platos están elaborados a base de productos de primera calidad algunos de ellos procedentes de otros establecimientos del barrio. Su idea es hacer sinergias con la frutería de enfrente, la floristería de la esquina y la panadería de la otra calle, para mantener el carácter de comunidad que aporta esa cercanía que consideran imprescindible para su negocio. El mejor ejemplo es la bollería, las tartas y los dulces, horneados por su ‘mamá’, una mujer adelantada a su tiempo que educó a los suyos en una alimentación vegetariana y orgánica y que da rienda suelta ahora a su vena pastelera para abastecer el rincón bakery de sus retoños. Entre sus grandes éxitos encontramos bizcochos de manzana, zanahoria, banana, coco o limón, y también brownies y lamintons caseros. Al otro lado de la vitrina golosa, una pared nos incita a llevarnos a casa una apetitosa hogaza de pan recién hecho por Madre Hizo Pan.
Más que cafés
La nota salada la ponen los benedictines, que pueden tomarse como desayuno o para almorzar, realizados con huevos camperos de gallinas libres y servidos sobre una rebanada de pan orgánico con guacamole natural. Son la estrella del café, y los fines de semana empiezan a escasear las mesas libres para probarlos. La granola es la otra protagonista de la carta de brunch. La seleccionan, tuestan y mezclan personalmente a partir de semillas bio, dando lugar a tres sabores que embolsan y venden para llevar: spicy, sweet y acid. En el local la sirven con yogur griego natural y fruta fresca. Un chute de energía para empezar el día. En cualquier otro momento (la cocina permanece abierta las doce horas), Pum Pum propone ensaladas frescas, sándwiches y tostadas vegetarianas. Y para acompañar, una limonada, un batido o un zumo natural. Cero alcohol.
* Fotos Paco Montanet
