El 2020 ha trastocado muchas cosas que creíamos incuestionables. Si antes de que la maldita pandemia hiciera acto de presencia alguien nos hubiera anunciado que el café de moda en Madrid iba a estar en el barrio de Arganzuela, fuera del centro, nadie le hubiera creído. Y si ya precisa y nos dice que se van a formar a diario grandes colas para acceder a ese café ubicado en los bajos de una zona residencial, directamente le tomamos por loco. Pero así ha sido. Y lo cierto es que, una vez hemos conocido ese celebrado café tampoco nos sorprende su éxito pues tiene todos los ingredientes que demanda un público cansado de estar tantos días grises encerrados en casa, de limitaciones de horarios y de pocas experiencias que vivir y mostrar en sus redes sociales. A saber: una decoración de fantasía, con multitud de flores por todas partes, vistosas tartas y cafés gigantes coronados con abundante nata, toppings y siropes. La fórmula, por tanto, no podía fallar.
Así lo entendieron los hermanos Gerson y Lizzeht Ramírez cuando idearon lo que sería Coco Mocca durante los meses de confinamiento: un lugar donde no es tan importante el hecho de tomar café como el de «disfrutar el momento», de sentir las buenas vibraciones que allí dominan. Por eso, optaron por no complicarse en su propuesta, eligiendo un café convencional que les fuera además fácil de servir (de la famosa marca de cápsulas espresso), y ofreciendo tartas resultonas que pudieran gustar a todos aunque elaboradas por un obrador de confianza que se las acerca a diario. En cambio, centraron todos sus esfuerzos en dotar a este luminoso local frente a la estación de Pirámides de una estética singular, llena de buen rollo, a la que nadie pudiera resistirse. El diseñador Joaquín Rivero fue su aliado en este reto que se tradujo en un salón de tonos pastel, con sillones y butacas de terciopelo rosa, mesas de blanco impoluto y cantidad de flores por todos los rincones: rosas, magnolias, orquídeas y hasta una treintena de flores artificiales más repartidas por las paredes y el techo, rodeando las columnas e, incluso ,trepando sobre una cabina de teléfono (debidamente pintada de rosa) que trajeron desde Manchester.
No tuvieron tiempo de valorar los riesgos de su apuesta pues, en cuanto abrieron su puertas en el mes de noviembre, la afluencia de clientes ha sido abrumadora. Desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la noche, cualquier momento parece bueno para pasar a tomar café y/o tarta en el salón de Coco Mocca, donde difícilmente vamos a encontrar una mesa libre sin tener que esperar un rato (largo rato si decidís acudir los fines de semana). Todos quieren tener «su momento» en este florido café para poder hacerse la foto de rigor para publicar en Instagram, ya sea con el mural de flores de fondo, al lado de la cabina rosa o con uno de sus llamativos cafés en la mano. Las tartas, que se sirven en platos con forma de flor, son otro de los elementos más instagrameables. Suelen tener unos siete tipos de tartas que van rotando cada día; solo tres de ellas permanecen fijas, las más solicitadas por sus clientes: la de Chocolate blanco con fresa, Tres leches y la de Zanahoria.
También hay donuts con diferentes coberturas, muffins, cinnamon rolls y unas mini palmeritas a las que denominan ‘princesitas’. Todas ellas podrás verlas en el expositor de la barra frente al que, seguro, te tirarás varios minutos antes de elegir. Porque, importante, en este café de ensueño funciona con autoservicio: llegas, haces tu pedido en barra y, una vez tengas todo en la bandeja, debes encontrar mesa para sentarte a tomarlo con tus acompañantes. Si tienes suerte, puede que en ese momento se quede libre uno de los rincones más bonitos del local. Entonces saca el móvil y ponte a disparar fotos ¡ya!
A TENER EN CUENTA… Resultonas, vistosas, llamativas… No ocultamos que este no es un lugar para amantes del buen café ni, para los que buscan repostería excepcional. Para eso tenemos otras muchas más recomendaciones en nuestra web.
POR SI TE LO PREGUNTABAS... El nombre de Coco Mocca viene de un libro infantil que Gerson y Lizzeht leían de pequeños cuando vivían en Honduras. Coco, el personaje protagonista del libro, acudía con sus amigos a una cafetería llamada Moca y desde entonces los hermanos utilizaban el término «Coco Mocca» para recomendarse las mejores cafeterías que iban descubriendo.