En 2011, cuando la inmensa mayoría de los madrileños desconocíamos términos como «café de especialidad», «barista» o «coffee shop», el argentino Santiago Rigoni y su socia Patricia Alda, se propusieron hacernos ver que había mucha vida más allá del torrefacto que tradicionalmente encontrábamos en nuestros bares y restaurantes. Para ello crearon Toma Café, un minúsculo café en el barrio de Malasaña que, a la vez que ha crecido en tamaño, ha ido evolucionando en su forma de entender y servir el café, siempre atentos a las últimas tendencias del sector. Hoy la marca Toma Café, que cuenta con un segundo local en Chamberí y ejerce de proveedor de café tostado para otros muchos establecimientos, está considerada todo un referente en la capital. Nadie puede cuestionarlo: ellos pusieron la semilla de esa -cada vez más extendida- cultura cafetera que ha llenado Madrid de establecimientos entregados al speciality coffee cuya misión no es otra que satisfacer la demanda de un público que exige que su café diario cumpla unos determinados estándares de calidad.
Ahora, casi un década después, sus responsables vuelven a sorprender en Madrid importando un concepto totalmente inédito en nuestra ciudad: el listening bar. Se trata de un tipo de bar surgido en Japón en la década de los 50 en el que, además de las bebidas correspondientes, sus propietarios se ocupan de ofrecer una cuidada selección de música pinchando los discos que también guardan tras la barra. Son locales a los que los clientes más que a hablar van a escuchar, y que abogan por el sonido hi-fi (high fidelity, para los que lo hayan olvidado), una norma de calidad de los equipos de audio que ofrece una distorsión mínima del sonido para que lo que llegue a nuestros oídos se ajuste lo más posible a lo grabado en estudio. Así, en las sesiones de música que ofrecen a sus clientes solo se utilizan vinilos y equipos de audio high-fidelity, para recuperar de esta forma el gusto por la calidad sonora -«sonido cálido» lo llaman-.
UN TOSTADOR TRANSFORMADO EN LISTENING BAR
En los últimos años esta particular forma de entender las sesiones de música ha dejado de ser un fenómeno local y ha ganado adeptos en ciudades como Nueva York, Londres o Barcelona donde, en los últimos años, han visto proliferar este tipo de locales dirigidos a un público más melómano. Aunque, según nos cuenta Santiago Rigoni, su apuesta por este formato responde a una cuestión meramente egoísta, pues no ha pensado en qué les gustaría encontrar al público que habitualmente respalda sus proyectos, sino más bien en lo que a él como cliente le gustaría encontrar: un lugar donde rendir culto a la música y donde, además, pueda tomarse un café, unos vinos o visitar algunas de las exposiciones dedicadas a sellos discográficos legendarios que, en un futuro, pretenden acoger aquí también. Contaba para ello con un espacio propio que le permitía ponerlo en marcha: el tostador de café que desde sus comienzos mantienen en el barrio de Chamberí, que se ha reformado para que, a partir de ahora, pase a ser un listening bar con entidad propia. ¿El nombre elegido para este nuevo proyecto? Proper Sound (el sonido adecuado).
Y decimos «entidad propia» porque, a diferencia de los «bares de escucha» que podamos encontrar en otras ciudades, el suyo deja de estar vinculado exclusivamente a la noche, y permanecerá abierto al público durante todo el día. El lugar, que luce cierto look industrial, se ha dividido en dos áreas: una primera, con una larga barra de metal y distintos bancos de madera de nogal para que los clientes puedan sentarse, está presidida por un viejo aparador (en su momento fue la barra del primer Toma Café) sobre el que descansan los dos platos para pinchar vinilos y la mesa de mezclas, y en el que también se guardan vinilos y algunas botellas de vino. En la segunda, al fondo, se mantiene el espacio de tueste, que permanece a la vista del cliente y que podrá visitarlo siempre que desee para comprobar de primera mano el proceso de tostado de sus diferentes cafés. Proper Sound se presenta así como un espacio sin barreras, donde la zona destinada al consumo está conectada con el área de trabajo, de manera que los clientes van a estar sentados junto al roaster donde se tuestan y envasan los granos, o al lado de la barra donde el staff prepara los cafés y desayunos.
CAFÉ & WINE BAR CON SESIONES DE ESCUCHA
Este Toma Café 3 -como también llaman a Proper Sound- cuenta además con una oferta mucho más extensa. A su propuesta habitual de cafés, desayunos y repostería artesanal, suma una cuidada oferta de vinos naturales de pequeñas bodegas españolas, francesas, portuguesas y giorgianas. Para acompañarlos, se han hecho con una pequeña selección de quesos artesanos procedentes de Formaje, el templo quesero de Clara Díez en la vecina plaza de Chamberí (se sirven en una tabla para 2, con cinco variedades de queso, frutos secos y fruta), más otros platillos salados como hummus o muhammara que no requieren cocinado. Aunque más allá de dejar de ser un sitio para desayunos y meriendas, lo que buscan es que Proper Sound sea un espacio sin normas, donde igual puedes tomarte un café a las 11 de la noche que un vino a las 11 de la mañana. Ambas opciones podrán disfrutarse de la misma manera durante las pinchadas que programarán las noche de los jueves, viernes y sábados (de 20 a 00h), y los domingos al mediodía.
Lo que sí quieren recalcar es que lo que aquí se celebrarán esos días no son sesiones de DJs al uso, sino más bien «sesiones de escucha», es decir, sesiones a cargo de selectors, productores, músicos y otros profesionales y amigos que llegarán con una lista muy específica, elaboradas en torno a un propósito muy definido, y donde lo realmente importante será el sonido (su equipo McIntosh garantiza el tan ambicionado sonido hi-fi) y la atmósfera que allí se creará, no quién los pincha. En cuanto a los géneros musicales, tampoco hay normas y lo mismo habrá sesiones en torno al jazz y el blues, como otras centradas en la música rock o hip-hop.
Su localización, en una calle no demasiado concurrida entre la plaza de Olavide y Santa Engracia, también contribuye a generar esa atmósfera relajada e inusual que requiere un local tan especial como este. Aquí se viene a desconectar del exterior y de las presiones del día a día para conectar con el «sonido cálido» y deleitarnos con un buen vino o una taza de café. Es el bar al que incluso podemos permitirnos ir solos porque la conversación es totalmente prescindible, pasan al primer plano la música y el deleite de los sentidos.
Sí, Toma Café lo ha vuelto hacer: comienza una nueva era para los café-bar en Madrid.