La Tapería necesitaba reinventarse. Esto es lo que pensaron Miguel Calvete y David Novaes, directores del equipo del local que ahora se llama La Tape. Situada en el límite occidental del barrio de Malasaña, quisieron llevar la evolución del entorno a su antiguo negocio para ofrecer una gama de productos más actual y atractiva. Experiencia les sobra, puesto que también son responsables de la emblemática sala Siroco. David y Miguel han importado nuevos modelos de hostelería que aprendieron en Estados Unidos. El primero, la cerveza artesanal, cada vez más habitual en Madrid aunque no de forma tan evidente como en La Tape, que posee seis grifos de seis marcas habitualmente distintas y rotatorias – tres españolas, tres extranjeras- y un séptimo del tipo hand pump, destinado a sacar la cerveza al estilo inglés, por presión, sin CO2.
Otro concepto con influencia americana y convertido en una de las señas de identidad de la casa es el take away, negocio para el que han dispuesto una pequeña tienda a la entrada con algunos de sus platos y productos (quesos, conservas, tartas caseras, vinos, sandwiches) en formato para llevar. Han llamado a este rincón Tape Away, e incluye un apartado destinado a los cerveceros denominado el Taper Beer, cerveza de grifo en botella reciclable para llevar a casa, una práctica cada vez más extendida entre los vecinos de la zona.
Es fácil acomodarse en cualquiera de sus dos plantas en que se reparte el local, conectadas entre sí por una lámpara liana. La decoración, firmada por el arquitecto Jacobo Armero en colaboración con los gerentes del espacio, sorprende por el trabajo realizado, que apuesta por la mezcla de estilos, el diseño y soluciones vanguardistas. La planta de abajo la ocupa una barra de mármol blanco, con veladores altos para el picoteo informal y el mostrador del Tape away. Arriba, un amplio salón comedor para comer más tranquilo -si es en compañía, mejor-, en la que también encontramos un pequeño y coqueto rincón destinado a celebraciones o cenas de grupo.
En ambas se pueden degustar las creaciones del chef jienense Rafael Zayas. Hablamos de cocina tradicional con productos de primera y algunas licencias vanguardistas, como pone de manifiesto su deliciosa ensaladilla rusa con patata monalisa al horno, no cocida; o las croquetas (caserísimas) de pringá. Casi todo se puede compartir, como la (espectacular) burrata de Andria, servida con pesto de nueces y tomate deshidratado, o la más que convincente pluma ibérica a la brasa con agridulce de mostaza. Muy a tener en cuenta, por sorprendente y sabroso, su versión del castizo bocadillo de calamares, con pan hecho con tinta de los mismos y un poco de ali-oli. Pero hay más: su carta, generosa en opciones, aumenta al mediodía con los platos caseros que conforman su menú diario.
Sería injusto no mencionar la labor del personal de sala, integrado por camareros duchos en la materia que igual explican el proceso de elaboración de cada cerveza, que sugieren con qué acompañar cada una de ellas. Y es que el maridaje parece ser el leit motiv de la casa, y no sólo con los platos salados, aquí hay cervezas para acompañar también la tarta de zanahoria, el brownie de chocolate o la muy americana -otra importación- red velvet. Si no es que optamos por la combinación tarta y café, más convencional pero igual de placentera porque La Tape posee su blend propio hecho con granos exóticos y que, al igual que la cerveza, utiliza marcas que rotan periódicamente. Como ocurre durante el verano, cuando llegan de Costa Rica los granos más adecuados para el café frappé.
Se ha ganado un púbico fiel con su política de precios contenidos y la versatilidad de su horario, que abarca desde los desayunos hasta las primeras copas de la noche. En resumen, sensación de local triunfador. ¡Bien por ellos!
Para estar al día de todo lo que ocurre en La Tape, visita su web o página de Facebook, donde podrás obtener información de todos los cursos, catas de cerveza o el festival de la cerveza Beer Fest que también se tienen lugar en el local.
*Fotos: Alber Sánchez